A menudo me lo preguntan, sobre todo cuando me invitan a hablar en un programa de radio. Procuro recomendar su devoción siempre que se presenta la oportunidad, en artículos, libros y encuentros con amigos.
¿Cómo surgió mi devoción por san José? Debo contártelo. Fue de una manera inesperada. Pasaba múltiples dificultades y no sabía cómo solucionarlas. Decidí visitar a un sacerdote para confesarme. Al terminar pedí su consejo y le expliqué algunos de los problemas que tenía en ese momento.
Me sonrió amable y me entregó una estampita de san José.
“¿Eres devoto de san José?”, me preguntó.
“La verdad es que no”, respondí. “Siempre he tenido olvidado al buen san José. Lo recuerdo sólo cuando armamos un nacimiento o cuando guardamos las figuras del mismo”.
“¿Por qué no haces la prueba y le pides a San José que te ayude? A todos los que les recomiendo esta devoción les va de lo mejor. Regresan sorprendidos a los días para contarme cómo san José los ayudó”.
Durante un rato me habló entusiasmado de san José, el santo del silencio.
Podemos imaginar la calidad vida interior que llevó al lado de Jesús, siendo su padre putativo.
Me contó de santa Teresa de Jesús y su famosa explicación sobre esta devoción:
«Tomé por abogado y señor al glorioso San José…. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer.”
Ella le sugería a todos “encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción”.
Al terminar nuestra conversación fui a mi auto y antes de encender el motor me quedé un rato en silencio, orando.
“Oh buen san José te pido perdón”.
En esos días la editorial marchaba muy mal. Había hecho todo lo humanamente posible y nada resultaba. A punto de cerrar se la encomendé a san José.
“Ayúdame con la editorial. Sabes que estos libros tienen la intención de abrazar a las personas. Darles esperanza. Si me ayudas te prometo propagar tu devoción y contarles a todos mi historia”.
De pronto, súbitamente, empezaron a llegar pedidos y más pedidos de libros. Hicimos nuestra primera exportación. Y la editorial remontó.
Los testimonios de los lectores se multiplicaron. Es increíble, nunca dejan de llegar.
Y me senté otra vez a escribir y seguí editando mis libros, que es lo que más disfruto. Tener la oportunidad de consolar con la palabra escrita.
Fui a una capilla donde tienen una hermosa imagen de san José cargando al pequeño Jesús. Imagina lo que habrá sentido teniendo en sus brazos al hijo de Dios. Poder hablar con él, enseñarle su oficio, rezar juntos.
“Gracias querido san José. Reconozco que fue obra tuya, no mía y en adelante procuraré cumplir mi promesa”.
Y es lo que hago con este escrito.
Si supiéramos que lo que san José puede delante de Dios, estaríamos constantemente pidiendo sus favores.
Como padre terrenal de Jesús, habiendo padecido tantas dificultades en la vida, puede comprender perfectamente a una familia en apuros, por eso acudo a él. Y le pido que me ayude a ser un mejor padre, y que proteja a los míos.
Anímate querido lector, acude a san José. Seguramente va a interceder por ti ante su hijo, como lo hizo conmigo.
¡ Gracias SAN JOSÉ !
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