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De niño soñaba con irme al cielo.
Tenía esa ilusión. Cómo los pequeños que quieren ir a la fiesta de cumpleaños de un amigo.
Jesús era mi amigo y yo deseaba estar con Él, ir su casa.
Recuerdo nuestras conversaciones. Me veo sentado, ingenuo, en aquella hermosa capilla de «las Siervas de María», frente a mi hogar en Colón.
Las puertas del cielo se abrían cada vez que cruzaba el dintel y me sentía feliz de estar allí. Sabía que Jesús escondido, estaba en el sagrario, esperando.
Llegaba en pantalones cortos, una camisita blanca y corbata azul. Luego me iba al colegio Paulino de san José donde pasaba el resto de la mañana y parte de la tarde estudiando.
Frente a mi casa habitaba mi mejor amigo en un sagrario, oculto, silencioso. Aquello para mí, era una maravilla.
Sabía que vivía allí y esto me sorprendía y me daba una gran alegría.
Quería ser santo, tenerlo contento e irme al cielo y poder verlo.
He recuperado a mi edad los sueños de la infancia, cuando tenemos el corazón puro y somos idealistas. A mis 58 años, deseo exactamente lo mismo… Ser santo para Jesús.Pero ahora cuesta más. No es tan fácil. La vida me ha dado muchos tropiezos, golpes, y a veces no sabes qué hacer. Yo decidí confíar en Él y en nuestra santa Iglesia Católica, que nos muestra el camino, y nos llama a la santidad.
Cuando era joven cerré los ojos un tiempo y no lo vi . No descubrí su dulce presencia en mi vida ni experimenté su amor insondable. Los problemas me envolvieron y no pude intuir que Él estaba conmigo, cuidándome.
Una mañana, pasó cerca y me llamó por mi nombre. Me dijo: “Claudio, aquí estoy”. En ese momento abrílos ojos y supe que era Él… Recuperé al instante mis sueños de eternidad los anhelos del Paraíso. Desde entonces procuro vivir en su presencia, llenarme de Dios… Esto me da una paz inimaginable.
Ayer en su homilía, el sacerdote me recordó este sueño. Habló de la eternidad, de cómo debemos preparar nuestras maletas, estar listos siempre.
«Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25, 13).
“Cuando me toque, me iré feliz”, nos dijo, “como cuando sabes que viajarás a Francia, u otro país que te ilusiona visitar. Por eso, no lloren por mí”.
Me di cuenta que tenía razón, y lo mucho que me falta en este largo camino.
……….
Hace algunos años visité a Carlos Iván, un tío de mi esposa Vida. El cáncer lo consumía pero siempre mostró dignidad, alegría, amor por la vida. Entré a su habitación y lo encontré sentado en una mecedora. Por algún motivo le pregunté:
«¿Tiene sus maletas listas?»
Sonrió y con gran serenidad respondió:
“Tengo mis maletas conmigo. Estoy listo para el viaje. Cuando Dios me llame, estaré preparado”.
“¿Y qué hará allá?” le pregunté con curiosidad, sin darme cuenta que esta conversación me impactaría años después.
“Voy a estar muy ocupado”, respondió, sonriéndome con alegría. “Debo rezar por toda mi familia… y por ustedes también”.
A los días partió.
…………..
Aprendí que la vida es un regalo de Dios, un don maravilloso que se nos da.
Por eso… ¡Vive plenamente!…
Disfruta cada instante, cada segundo.
Sé feliz querido (a) lector (a)… Dios quiere que seas Feliz.
Y sobre todo: Ama… «con el corazón en el cielo».
……………
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