Judas. Vilipendiado para siempre. El traidor. Él entregó al Señor, a su Maestro, a aquel con quién había convivido durante año, a aquel a quién había visto curar, escuchar, perdonar, orar… Judas. En que no supo pedir perdón. El que prefirió morir. El que fue engañado. El que cayó a la tentación y al enredo tejido por el diablo.
Me cuesta pensar que Judas era malvado. Me cuesta pensar que era más traidor del que lo pudo ser cualquiera de los doce. Pero sí, algo tenía Judas en su corazón, alguna grieta se había abierto entre él y el Maestro, que el mal supo sacar partido. ¡Vaya si lo sacó! Judas dejó que la oscuridad penetrara en su corazón. Y vendió a Jesús.
¿Cómo estamos de lejos cada uno de ese Judas? ¿Cómo estamos de lejos de esa oscuridad que entra en las grietas de nuestro corazón y nos llevan a manipularlo todo? ¿Cómo estamos de enredados para seguir dando la espalda al Maestro, mientras vivimos convencidos de que lo que le damos son besos?
¿Cuál es el precio que pagamos? ¿Nuestra comodidad? ¿La salud de los nuestros? ¿Una buena posición económica? ¿Un buen trabajo? ¿Vacaciones aseguradas? ¿Una fe cumplidora? ¿Seguridad? ¿Cuáles son nuestras actuales monedas de plata? Sí, esas por las que, no os rasguéis las vestiduras, llevamos tiempo traicionando al Cristo que murió en la cruz tras tres años proclamando el Reino y llevándolo en medio de hombres y mujeres?
Cuántas cosas hemos aguado. Qué bajo hemos puesto el listón del Evangelio. Qué miedo nos da vivir confiando. Qué poco amamos. Qué migajitas de vida estamos dispuestos a jugarnos por los demás. Miremos alrededor. Pobres, comedores sociales llenos, gente durmiendo en los portales, familias con dificultades, mujeres en redes de trata, redes sociales ruidosas, selfies llenos de filtros y falsedades, habladurías, fake news, posverdades… Y nosotros, ahí, de misa en misa, de procesión en procesión, calentitos, tranquilos, adormilados y convencidos de que amamos al Maestro como el que más.
Nos hemos vuelto políticos. Somos guerreros de ideas, conceptos, palabras… pero incapaces de mirar al otro, a todos, con la mirada del Evangelio. Dejar sí, pero hasta cierto punto. Cruz sí, pero simbólica. Reino sí, pero el que yo decido.
No estás tan lejos Judas. Estamos cerca. Lo que le pido hoy al Señor es que, al menos, no soltemos la mano de su misericordia. Él, pese a todo, nos sigue eligiendo hoy. Y mañana.
Un abrazo fraterno – @scasanova