Recuerdo perfectamente aquella mañana. Yo estaba trabajando frente al ordenador, en mi casa, cuando empecé a ver, en las redes, mensajes que hacían referencia a la renuncia del Papa Benedicto XVI. Mi primera reacción fue de prudencia, como es aconsejable en referencia a mensajes de tala calibre en la red, sin confirmar. Pero visitando algunos perfiles y algunos lugares, enseguida me encontré con la comunicación oficial. Era verdad, el Papa Benedicto XVI, ante el estupor y consternación de muchos, había decidido retirarse por falta de fuerzas ante la magna de tarea de conducir la Iglesia de Nuestro Señor en unos momentos de gran convulsión y oscuridad.
Años antes, cuando se había comunicado en el balcón de S. Pedro, que el cardenal Ratzinger era el nuevo Papa, Benedicto XVI, recuerdo haberme dejado caer sobre el sofá con cierta decepción. El largo papado de Juan Pablo II y la figura de Ratzinger al frente de la Doctrina de la Fe, me hicieron pensar que la Iglesia apostaba por una continuidad que no se acomodaba a la necesidad de ciertos aires de cambio que ya se respiraban en la calle. No era mi opción favorita pero recuerdo, también, que la acaté con la humildad de hijo, que no entiende pero calla y obedece.
Hoy, mirando atrás, hacia la sede vacante, hacia su pontificado, creo estar lleno de admiración y gratitud. Su renuncia no es un gesto sino, tal vez, una palabra del mismo Dios, un signo de los tiempos, que somos incapaces de interpretar y medir en su justa medida. Su misión no está incompleta, no lo creo. Creo que hizo lo que se le pidió y que es testimonio de un fino discernimiento, discernimiento más necesario que nunca en los tiempos que corren. Sus pensamientos teológicos y su pedagogía de los misterios de la fe, seguramente, nos han traído de la mano hacia un nuevo momento donde mundo e Iglesia, caminan por nuevos senderos.
Claro que hubo aspectos, acciones y enseñanzas del Papa Benedicto XVI que me ha costado entender, aceptar y suscribir. Supongo que como con todo Papa. Pero yo soy de los que piensan que el Señor sabe a quién elige y lo capacita para la misión que le encomienda. Soy yo el que muchas veces no entiende en su cortedad, en su terquedad y en su pequeñez.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Hoy celebramos a...