Uno de los momentos más significativos de la visita de Francisco a México será el lunes 15 de febrero, cuando se recoja en oración frente a la tumba del que fuera obispo de San Cristóbal de las Casas (Chiapas) desde 1959 hasta el año 2000, monseñor Samuel Ruíz García.
Salvando las distancias, el gesto es tan importante para la Iglesia católica latinoamericana como cuando el propio Francisco destrabó el proceso de beatificación de monseñor Romero.
El responso del Pontífice, será en la Catedral de San Cristóbal de las Casas, cabeza de una diócesis legendaria, cuyo primer obispo, en el siglo XVI, fue fray Bartolomé de las Casas.
A monseñor Ruíz García se le llamó, como a fray Bartolomé, defensor de los indios. Trató de poner en marcha reformas encaminadas a instaurar el Concilio Vaticano II en una de las regiones más pobres de México. Trató de ofrecer un camino cristiano con rostro indígena a la integración en Chiapas.
La prensa y el gobierno, así como antagonistas dentro de la Iglesia, le achacaron ser parte del levantamiento del zapatismo el 1 de enero de 1994. Los últimos años de obispo los vivió en el filo de la navaja, tratando de mediar y buscando recomponer la paz con justicia en el sur del país.
Su sucesor, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, ha podido continuar la obra con los indígenas. La prueba está en las recientes traducciones tanto de los evangelios como de la liturgia en lenguas autóctonas como el tzotzil. El Papa Francisco celebrará Misa en donde habrá lecturas en idiomas de los propios tzotziles, de los tzeltales, tojolabales y choles.
Tras ser aceptada su renuncia al cumplir 75 años de edad (había nacido en Irapuato, Guanajuato, en 1924) fue a vivir a la diócesis de Querétaro. Ahí tuve ocasión, varias veces, de convivir con él. Al “entregarlo” a la diócesis, los indígenas chiapanecos hicieron una gran fiesta. Se prolongaba mucho. Era su “tatic”, su padrecito, al que “entregaban”.
Le pregunté a don Samuel si no tenía inconveniente en que me fuera a transmitir un noticiario radiofónico, del que era titular. Tenía que regresar para coordinar una rueda de prensa. Me dijo, con la claridad de quien conoce a fondo el ritmo vital de los suyos:
–Vaya usted, licenciado. Y vuelva: el tiempo de los indígenas es lo más parecido a la eternidad…