Los domingos por la mañana todo fluye a otro ritmo en casa, por eso hay veces que comenzamos la jornada con una sentada en la mesa de la cocina hablando de un montón de cosas. Hoy me apetecía contarles que varias ONG han lanzado una campaña en la que plantean que la lucha contra la pobreza y el cuidado del planeta son dos batallas que van de la mano.
A priori no entendían muy bien por qué, pero ha sido relativamente fácil hacerles caer en la cuenta de que si reciclamos mejor, consumimos menos energía y contaminamos menos, en los países en desarrollo vivirán mejor. Superado el primer combate he ido a por el segundo, que ha sido el más duro: “En el fondo lo que piden estas ONG es que cambiemos nuestro estilo de vida, que decidamos vivir con menos cosas y con menos energía, porque el planeta no puede soportar este ritmo de consumo”.
Ángel (12 años): “¿Y vivir con menos cosas es mejor?
Irene (9 años): “¿De mayor, se puede ser maestra y además trabajar en uno de esos supermercados donde pueden ir las personas que no tienen trabajo?” (se refería a un comedor social)
Sara (3 años): “¿Tenemos que vivir también con menos princesas?”
Como siempre, sus comentarios ante el tema que les he planteado hoy, han estado a la altura de las circunstancias. Pero no tiene mérito, sabía que el tema iba a dar juego. El debate no está zanjado, volveré con él a la carga en otro momento, porque veo que les ha hecho pensar en cosas cruciales y eso es lo que quiero, ponerles sobre la mesa las grandes preguntas. Sé que enfrentarse a ellas no es patrimonio de los adultos y es lo que les va a hacer madurar, crecer y ser felices. @amparolatre