En Navidad también se discute. Y en las familias con niños no puede ser de otra manera. A más tiempo libre, más discusiones.
Es así la cosa y supongo que es perfecto así, aunque a mi marido y a mí nos gustaría un poquito más de armonía.
Sin embargo, cuando hay días sin colegio en casa suceden cosas imposibles en medio de la rutina, como que después de un momento de tensión y gritos, de repente «se haga el silencio».
-«Están muy tranquilos ¿qué hacen?», me preguntó anoche mi marido.
Me picó la curiosidad, así que fui a ver qué andaban tramando los tres, a puerta cerrada.
En este caso era el mayor, que les explicaba a sus hermanas por qué le gustan las rimas de Arcano. Pero la tarde anterior había sido la pequeña, la que había logrado que sus hermanos le ayudaran a montar el Portal de Belén de Pin y Pon, que le había dejado por sorpresa Papa Noel. Y en otro momento es una coreografía que bailan dos, mientras el otro opina o un vídeo que hacen entre los tres.
A una discusión tonta, le sigue un momento de confidencias. A un rifirrafe subidito de tono le sigue la colaboración más sincera. Así es la relación entre hermanos. Toda la vida ha sido así y no va a ser diferente a finales del 2018. La ventaja de estos momentos de parón en medio del curso es que permiten actividades de otro tipo, con mayor recorrido, que hacen de cada día un tiovivo de emociones y situaciones.
En días como el de hoy, sin un horario sobre el cogote, es cuando pueden recrearse en actividades más creativas en las que se implican los tres y que los unen y los separan varias veces en la misma tarde.
Para ellos fascinante. Para los padres que trabajamos fuera de casa estos días, absolutamente agotador. Es la otra cara de la Navidad. Pero ya hace años que descubrí una gran verdad: cuando no puedas descansar, por lo menos diviértete. @amparolatre