Tomando un café con amigas ha salido en la conversación el tema del cuidado de los mayores. Del descoloque que supone en el seno de una familia, asumir que los abuelos o tíos empiezan a ser dependientes. Y de lo difícil que resulta en ocasiones encontrar el equilibrio entre el respeto y la toma de decisiones necesarias, aunque sea en contra de su voluntad.
Casualidades de la vida -o no- poco después de la conversación hemos hecho una entrevista con la responsable de una asociación (Senda de cuidados) que hace de intermediaria entre las familias que necesitan cuidadores y aquellas personas interesadas en este tipo de trabajos.
A los que estábamos escuchando no nos ha pasado desapercibido el comentario sobre las personas que llegan de África y su especial sensibilidad para este tipo de cometidos, porque proceden en su mayoría de culturas que no contemplan otra posibilidad que no sea la de acoger a cualquier mayor que se quede solo. O mejor dicho, a cualquiera, sea de la edad que sea, que pueda quedarse solo.
Y a la entrevista se le ha unido esta carta al director, que pone el dedo en la llaga.
Es cierto que muchas veces hay demasiada distancia de por medio, pero tantas otras son cuestiones salvables las que ponemos sobre la mesa como justificación para no hacer lo que ellos sí harían -sí hicieron-por nosotros: establecer otras prioridades, dormir menos, salir menos, vivir con menos intimidad, menos espacio o menos dinero, para querer más y mejor.
Pero cómo tener la opción de acogida en “modo on” cuando se vive al límite. O quizás no lo estamos tanto y es solo un espejismo, que sería bueno confrontar. Lo que está claro es que una sociedad que no cuida de sus mayores, tiene mucho trabajito por delante en el terreno de los valores definen nuestro estilo de vida. @amparolatre
Hoy celebramos a...