“Ojalá perdieran todos el tren”. Mi mediana ha salido muy seria de casa esta mañana. Iba callada, rumiando su pena sin decir ni “mu”. Cuando se ha decidido a hablar, esto ha sido lo primero que ha dicho.
Ella es así, directa, con fuerza, tanto cuando te da un abrazo, como cuando está enfadada. En estos casos es mejor estar lejos.
Mi pequeña tiene otro carácter. Esta mañana no ha dicho nada pero de haberlo hecho habría sido algo así: “Si se entretuvieran todos un poco, a lo mejor podrían perder el tren. ¿No te parece mamá?”
La causa del malestar esta mañana era una despedida. Esta semana en casa hemos disfrutado de una visita fugaz de dos días de los abuelos, la tía y la prima. Dos días, pero que en la práctica se han traducido en apenas unas horas de convivencia, que a todos nos ha sabido a poco.
Hace poco me dejó muy tocada escuchar a una persona decir que “la gente de ahora” no cuidamos de nuestros mayores, que somos más despegados y que todos terminamos “dejando a nuestros padres en una residencia”.
Uf, me entró una pena…
No sé qué haremos nosotros cuando llegue el momento de tomar esta decisión. Pero desde luego nuestra intención hoy por hoy es poderles cuidar hasta el final. Y este propósito no es solo de mi marido y mío. Mis hijos muchas veces han venido con el cuento y siempre ha sido para “advertir” que ellos no quieren que nadie de su familia esté en una residencia.
Hay veces que los golpes egoístas o las salidas de tono de los hijos nos llenan de dudas sobre hasta qué punto lo estamos haciendo bien. Pero con estas reacciones quiero pensar que aunque cometemos muchos errores, en las cosas importantes no lo estamos haciendo tan mal. Gracias chicos, por tener claro que la familia es lo primero.
Nunca hay que desearle el mal a nadie pero a mí esta mañana también me hubiera gustado que perdieran el tren. @amparolatre