Las estampas más tiernas en relación con la maternidad suelen ir acompañadas de imágenes de bebés, de rostros de madres jóvenes y sonrientes.
Hoy sin embargo, entre la actualidad del día se ha colado una historia cargada de humanidad y de oxígeno, que se ha ganado un hueco en las portadas de los periódicos y ha dejado fuera a otras noticias de carácter económico y político. No todo está perdido.
Tom nació siendo Ada muy joven y nunca se separó de ella. No se casó y sus vidas transcurrieron paralelas hasta que hace poco más de un año el hijo tuvo que trasladarse a una residencia por motivos de salud. Tom necesitaba una atención especializada que Ada ya no podía garantizarle. Después de estar varios meses separados Ada se ha mudado a la residencia de su hijo para estar junto a él. Aunque son los trabajadores los que se ocupan de los cuidados de Tom ella ayuda en todo lo que puede. Tom ha contado a los periodistas que su madre incluso le regaña cuando no se comporta como debe.
Con este último dato no he podido evitar reírme. Cómo somos las madres, siempre a punto para sacar los modales a relucir, incluso cuando tenemos 98 años y nuestro hijo 80.
Esta historia me recuerda cómo de fuerte puede ser el vínculo entre padres e hijos y cómo la ternura es una emoción que tiene que ver no solo con los primeros meses o años de vida de los hijos. Yo no me canso de repetirlo, la ternura que «nuestro adolescente favorito» muestra en casa entre bronca y discusión es, para mí sin lugar a dudas, de lo mejor que vivimos con él en esta etapa tan compleja.
Gracias compañeros periodistas por haberle dado el protagonismo que merece a esta historia cargada de valores y a esta estampa que apunta hacia cuál es la esencia de la maternidad. @amparolatre