Normalmente Sara se despierta y se acuesta de buen humor. Es una niña tranquila que no suele dar problemas.
Es más, en una casa en la que hay bastantes deberes y en la que sus hermanos mayores tienen una vida social intensa y cuentan muchas cosas importantes cada tarde, hay días en los que la atención que le prestamos es «muy de pasada».
Jugamos con ella, por las noches le contamos su cuento, pero yo siento que con quien me desgasto verdaderamente es con los mayores. Como ella sonríe y cada dos por tres viene a besarme la mano, tengo la sensación de que todo va bien. Pero de vez en cuando hay señales de humo que indican que una debe prestar atención extra a uno de los polluelos. Mi experiencia es que solo si observamos mucho y si les acompañamos en su día a día con actitud contemplativa, podremos darnos cuenta de en qué anda el corazón y la cabeza de nuestros hijos.

Hace unos días cuando recogí a Sara del colegio, lo primero que me dijo fue que «estaba harta de muchas cosas». Así, tal cual. Delante de su maestra.
«¡Anda, como yo!», le dije. Y las dos nos echamos unas risas. Pero me quedé pensando sobre su reacción.
«Demasiado bien ha ido todo en las últimas semanas», pensé. A todos nos ha sorprendido lo rápidamente que Sara ha asumido que no puede disfrutar mojando pan en un huevo frito, que mientras sus hermanos toman pizza, ella come un trozo de merluza a la plancha o que en los cumpleaños tiene que olvidarse de probar la tarta. Pero claro, una cosa es que lo haya interiorizado y otra que no le fastidie lo suyo.
No sé si el «¡estoy harta de muchas cosas!» se deberá solo a las restricciones y sacrificios a los que se ha tenido que someter de golpe, debido a las alergias que han surgido de repente o que simplemente la niña tenía un mal día y punto. Ni lo sé, ni lo sabré. Pero este tipo de fastidio, cuando es leve se resuelve fácilmente con un pelín de atención extra.
Después de darle un empujón a mis conocimientos sobre alimentación y alergias, gracias a Internet, he descubierto un par de «chuches» que Sara sí puede tomar y se las he ofrecido esta tarde después de la merienda. Su cara de sorpresa era tan divertida…
«¿No tiene ni huevo, ni leche? ¿Has comprado para más días?»
Por la noche hemos leído no uno, ni dos, sino tres libros y apuesto a que mañana, no habrá ni rastro de hartazgo. Y si lo hay, tendré que utilizar alguno de mis «superpoderes». @amparolatre