Hace unos días volví a hacerlo. Me colé en clase, con chicos y chicas de 5º de Primaria, de 10 y 11 años. Y me encantó la experiencia.
40 chicos y chicas, como Cristina, que empiezan cada día su jornada en el colegio analizando las noticias más importantes y que en el último mes han estado escribiendo cartas al director sobre temas tan relevantes como la inestabilidad política o el acoso escolar. Entre líneas y con sus palabras, pedían un pacto educativo y sanitario, una educación universal para todos los niños o una actitud más proactiva en el patio, para evitar que nadie se envalentone a costa de pisar a otros. “Eso no es chivarse”, decía un niño en el texto.
Todos pudieron grabar un fragmento de estas cartas, para escucharse después. Algo que ha tenido también un eco en la emisora de radio en la que trabajo, donde en medio de tanta tertulia política y tanto analista electoral las voces de estos niños han sido de lo más oxigenante.
La posibilidad que dan ahora los colegios a los padres de participar en determinados proyectos con los alumnos es algo en lo que hemos salido ganando respecto a mi época de colegiala. Creo que para ellos es un aliciente y también para nosotros.
En medio siempre de noticias que mayoritariamente no dejan a la educación en nuestro país en muy buen lugar, el día a día sigue en el aula. Sabiendo que están en el punto de mira de los expertos en la materia y de los medios de comunicación.
El día a día sigue, también para las familias, a las que se nos pide distancia, a la vez que se nos exige una mayor implicación. La educación es un reto que se debe aceptar de forma conjunta y yo, que debo estar con el “espíritu de contradicción subido”, lo que veo a mi alrededor no es dejadez, sino a unos maestros que trabajan un montón y a unos padres que se dejan la piel también al llegar a casa donde les esperan los deberes, cuando no se saltan una comida para participar en una actividad del colegio, antes de volver de nuevo a la oficina. Y esta situación que describo no solo la vivo yo, conozco a muchos a mi alrededor muy exigentes consigo mismos y muy comprometidos, en este sentido.
Metemos la pata a diario, unos pecamos de flojos y otro de duros; unos de demasiado protectores y otros de todo lo contrario pero creo que ser críticos quiere decir reconocer también lo que se está haciendo bien, que es mucho. De lo contrario, familias y colegios, pueden caer en la tentación del desánimo y cuando tenemos delante a niños como Cristina, Manu, Paula, Alfonso, Melca o Aitor eso nunca puede ser una opción. @amparolatre