No sé si me he equivocado.
Llevaba días esperando la tarde de hoy para asistir a una reunión en la que estaba muy interesada, pero a última hora me he agobiado con la cantidad de frentes que se abrían en casa y he decidido no ir.
Me pregunto si me he equivocado, si debería haber dejado que los frentes siguieran su curso sin mí o si definitivamente he hecho bien quedándome a rematar la jornada. Lo de dejar las cosas a medias nunca ha ido conmigo.
Que mi marido haya podido quitarse de encima varias cuestiones de trabajo pendientes me da tranquilidad. También haber podido terminar un par de conversaciones importantes con mis hijos que se hubieran quedado a medias. Sin embargo, una lucecita a modo de alarma se enciende en mi interior porque creo que debo encontrar la fórmula para no descuidar mis inquietudes.
Nadie tiene que convencerme de que maternidad es renuncia a todos los niveles. Creo que el que piense que se puede llegar a todo se equivoca. Pero esto es algo que sucede con cualquier vocación seria. Un “Sí” de los grandes esconde unos cuantos pequeños “noes”. Sin embargo, hay ocasiones en las que sientes una necesidad personal de dar un paso adelante y formarte en algo o crecer en alguna faceta personal.
¿Cómo saber cuándo debes centrarte en tu vocación y cuándo para desarrollarla mejor debes precisamente alejarte un poco de los tuyos para volver con más fuerza?
Éste ha sido hoy mi dilema. Me consuela comprobar que después de mucho jaleo, la tarde ha terminado con cierta calma y que mi sacrificio ha servido para algo positivo. Aunque la lucecita de alarma sigue ahí a modo de “Pepito Grillo”. Tendré que prestarle atención y consultar la cuestión con la almohada. ¡Buenas noches! @amparolatre