Son niñas, pero empiezan a comportarse como adolescentes. Y no me refiero, que aunque tengan 15 años siguen siendo nuestras niñas del alma. No; no me refiero a eso.
Me refiero a que con 8 ó 9 años:
– Alternan el juego con muñecas, con conversaciones de adulto.
– Empiezan a desarrollarse físicamente y por lo tanto, de repente, están más pendientes de su cuerpo.
– Quieren (aunque no lo hagan siempre) escoger su ropa y su peinado.
– Les apetece llamar la atención de los chicos.
No es lo deseable, porque a la tierna edad de 8 ó 9 años lo ideal sería que fueran más infantiles y que siguieran comportándose de una manera más acorde a su edad (atendiendo la lógica y el sentido común).
Pero ¿qué podemos hacer desde casa cuando tenemos la certeza de que no estamos fomentando o alentando ese comportamiento?
Me hace gracia “relativa” cuando alguien te aconseja que no lo consientas. ¿Que no consientas qué? ¿Que no piense, que no sienta, que no reflexione sobre la vida? ¿Sus emociones? No todas las personas maduran o se desarrollan al mismo ritmo. Y a los padres, cuando creemos que estamos actuando correctamente, solo nos queda acompañar. No queda otra.
La imagen del pasado y el presente de las niñas de 12 años me ha hecho darle muchas vueltas a este tema, que me preocupa y para el que no encuentro una solución que me satisfaga. Cada vez son más las niñas que se convierten en adolescentes de manera precoz. ¿Por qué?
Parece algo inevitable, pero el asunto es complejo. No debemos perder de vista que un adolescente despierta enormes intereses como potencial consumidor de ropa, música, tecnología, ocio…
En mi opinión es de las cuestiones más complicadas, pero desde casa no podemos diluir la responsabilidad o desistir porque todo arrastre a ello inevitablemente.
Como decía, no queda otra que acompañar, mientras controlamos de la manera más amable posible, por ejemplo, el consumo de televisión y uso de nuevas tecnologías. Mientras intentamos abrir horizontes de ocio ligados al deporte, o qué se yo. Hoy comparto mi preocupación, pero no soluciones, porque no las tengo.
Yo me recuerdo a los doce años y mucho tiempo después con un aspecto parecido al de las niñas de la primera imagen. No diré que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí que el ritmo al que íbamos dejando atrás la infancia era más pausado y más natural. Lo de ahora es puro vértigo. Y no sé muy bien qué margen de acción nos queda a los padres.
Hoy solo veo interrogantes, pero no os quepa duda que en el momento que vea luz al final del túnel os contaré los detalles. @amparolatre