Las mamás siempre estamos ahí. Para dar los buenos días con un beso en la frente, para arropar por las noches, para dar un empujón en un momento de indecisión o para tender la mano después de una caída.
Debemos ofrecer una sonrisa y mostrar serenidad. Ni muy exigentes, ni blandas con ellos; eso sí nosotras siempre al 100 por 100.
Con la alarma del despertador, a las 6.45 cada mañana, deben activarse también nuestras inteligencias múltiples (teoría muy de moda en ámbitos educativos actualmente, pero que las madres comprobamos a diario desde el principio de los tiempos) porque a lo largo del día se nos requerirá paciencia infinita, creatividad, buena dosis de psicología y capacidad matemática combinada con habilidad culinaria. Hay que saber que las dudas que exigen mayor concentración siempre surgen cuando una está friendo croquetas. Pero qué pasa cuando, en lugar de activarnos para estar a tope y a la altura de las circunstancias, andamos a medias.
¿Qué pasa cuando mamá no está bien? Porque papá puede no estar bien, pero no es lo mismo. Creo que no hace falta ilustrar esta idea. ¿Qué sucede cuando mamá no se encuentra bien y se arrastra por las esquinas aunque intenta que no se note o cuando una mala noticia la tiene abstraída, en su mundo, haciendo un ejercicio de autocontrol supremo para que no se le salten las lágrimas?
Sucede que al final se te escapa un grito, que puede ser peor que que tus hijos te vean llorar.
A mí este fin de semana se me ha ido una compañera de trabajo. Apenas unos meses después de que falleciera otra. Sara a sus tres años, no tiene edad de entender nada, pero Ángel e Irene sí. Cuando se trata de momentos en los que te sientes tan hundida me gusta compartir mi pena con ellos. Aunque el grito se te vaya a escapar igual, todo es más sencillo cuando sabemos por qué la persona que tenemos delante hoy no sonríe, llora o está seria.

Y no solo por este motivo. También porque la muerte es parte de la vida y porque ante situaciones así descubres cómo son verdaderamente tus hijos. Ves al que es más empático y se hace cargo de tu pena o al que es más inmaduro, te da un beso, pero sale corriendo. Y todos son datos a tener en cuenta.
Las mamás no siempre estamos bien; no somos súperheroínas. Es bueno que lo sepamos nosotras (para no exigirnos más de la cuenta) y que lo sepan ellos, aunque no por ello dejen de exigir. @amparolatre