Si digo que con la maternidad he descubierto un nuevo modo de querer. Si digo que he aprendido a ser más generosa, más sacrificada, más paciente o más creativa, probablemente no descubra nada nuevo.
Pero es que son tantas cosas las que cambian…
Supone un cambio de chip completo que va adquiriendo matices a medida que tus hijos van superando etapas. Al principio descubres cómo la falta de sueño saca facetas de ti que desconocías o que perseguir palomas con el pan duro de toda la semana, puede ser un plan más divertido de lo que pensabas.
Con el tiempo descubres que la buena salud de la que has disfrutado hasta la maternidad empieza a hacer aguas con esos virus que tus hijos intercambian en la guardería y el patio del colegio y que te dejan absolutamente tirada durante días, mientras ellos se recuperan en 24 horas.
Y cuando además de tener en casa “un adolescente favorito” tienes “una preadolescente favorita”, el “reseteo” es tal que de repente descubres que una reunión de la comunidad de vecinos puede resultarte relajante e interesante. Que te da pena marcharte, vamos.
Eso exactamente es lo que me ha sucedido a mí esta semana. Mientras vencía la pereza para marcharme -sí, sí, como lo oís- pensaba, “esto se lo debo a la maternidad, a la adolescencia”. Jamás imaginé que una de estas reuniones podría parecerme un lugar estupendo en el que pasar un par de horas. Pero todo depende de la disposición y la actitud con la que uno se enfrenta a las situaciones que la vida le presenta. Y yo allí “sentadica” rodeada de mis vecinos estaba en la gloria, oye. Qué suerte la mía, de poder convertir en placer cotidiano algo con tan poco encanto, aparentemente.
Este es solo un ejemplo de las muchas cosas que descubres con la maternidad. Quien iba a decírmelo a mí hace años. @amparolatre