Hoy España mira hacia Cataluña y me temo que muchas personas que viven en otros países también siguen con atención todo lo que allí sucede.
Con nuestro hijo mayor hablamos continuamente de la actualidad. Le interesa conocer los porqués de los enfrentamientos y cuál es nuestra opinión al respecto.
Irene no se interesa con la misma intensidad, ni del mismo modo. Tiene otra edad y otra psicología, que le lleva a acercarse al referéndum con otro enfoque. Anoche sin ir más lejos se encerró en su habitación para hablar con su abuela y someterla a un tercer grado: “¿quiéres que Cataluña se independice?”, “¿estás a favor del referéndum?”, “¿y los tíos?”, “¿sabes lo que piensan?”.
Pero más allá de la política, a mí lo que sucede hoy me plantea un reto de calado: transmitir a mis hijos que para estar unidos en una familia no es necesario que todos pensemos igual, pero sí que ejercitemos el respeto y la tolerancia al máximo; que planteemos nuestras opiniones sin ofender y sin ridiculizar a nadie, escuchando siempre otros puntos de vista e intentando ponernos en el lugar del otro para intentar comprender su punto de vista, aunque no sea el nuestro.
En nuestra familia somos bastante diferentes y nunca ha habido tabúes. Espero que después del episodio de hoy, en casa podamos seguir diciendo lo mismo.
Mis hijos adoran a sus abuelos y a sus tíos, que en asuntos de religión y política no siempre coinciden. Los necesitan a todos para crecer fuertes, no solo físicamente. Me parece muy enriquecedor que escuchen opiniones distintas a las nuestras, aunque descubrir esta diferencia en un primer momento les resulte chocante. Hasta ahora hemos sido capaces de dar ejemplo de sentido común y cordura, sin utilizar a los niños que abren los ojos como platos en los debates quedándose con todo lo que escuchan y lo que ven. Confío en que sabremos seguir haciéndolo. @amparolatre