Nos casamos un 31 de mayo. Así que hoy, en principio, no tenía más motivos que otros días para recordar aquel lluvioso 31 de mayo del 2003.
Una de las cosas que más me gustó de nuestra boda fue el Evangelio que escogimos para la celebración, “El sermón de la montaña”. Por eso esta mañana al escuchar al sacerdote proclamar el Evangelio no he podido evitar recordar “nuestro momento” y pensar en por qué decidimos descartar los pasajes más típicos para optar por éste.
Nos parecía que era un buen resumen de aquello en lo que creemos, que además nos recuerda que solo estamos aquí de paso y que siempre resulta una llamada de atención respecto a dónde está lo bueno a los ojos de Dios.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque a ellos pertenece el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los que tienen misericordia, porque para ellos habrá misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque a ellos pertenece el reino de los cielos.
Dichosos seréis cuando os insulten os persigan y os calumnien por causa mía.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Durante la homilía ha sido inevitable la catequesis paralela. “Bienaventurados”, “dichosos”, “ser limpio de corazón”, “calumniar”… No solo palabras concretas, “hay mucho tomate” en en el Evangelio de hoy. Pero no me importa que me hayan interrumpido varias veces. Eso quiere decir que escuchaban y que quieren entender. Gracias Dios porque quieren entender. Cómo valoro esta actitud en este momento de su vida.
Tengo la sensación de haberles soltado un rollo enorme; no ha sido mi día más atinado. Pero no me importa. Habrá más ocasiones de volver con ello. De lo que estoy segura es de que a partir de ahora se acordarán de que éste fue el Evangelio en nuestra boda.
Les contamos a nuestros hijos cómo íbamos vestidos, dónde fuimos de viaje y un montón de detalles más. ¿Por qué no compartir con ellos las razones por las que escogimos unos textos u otros para la celebración religiosa? Espero que en un futuro presten especial atención cuando lean o escuchen este fragmento de la Biblia. @amparolatre