No quería escribir del tema; me resistía. Pero hoy tengo la ocasión de darle la vuelta a la tortilla, gracias a la historia de la “ballena rosa”, que vuelve a demostrar que el mal no tiene la última palabra.
Mientras los niños son más o menos pequeños; si estas atenta y te entrenas en observación puedes tener una idea bastante exacta de quién es él o ella. Pero a partir de cierta edad, las certezas pasan a ser solo intuiciones y básicamente lo que tienes son deseos o sueños respecto a esa persona, que cada vez comparte menos y está replegada sobre sí mismo.
Lo primero en lo que pensé cuando leí la historia de la “ballena a azul” fue en los padres de estos chicos (130 han pedido la vida en Rusia con este juego). Me gustaría saber si sospechaban que sus hijos estaban atraídos por este tipo de retos o si en casa se comportaban como chicos “normales”.
La historia de los diseñadores brasileños que han contraatacado con su ballena rosa me ha animado a abordar el asunto que me tenía en un “ay”. Olé por estos jóvenes que han apostado por la vida. Con la creatividad y la belleza como máxima herramienta y utilizando el hastag #ballenarosada están consiguiendo que otros muchos les sigan en su aventura. De una manera lúdica, a través de 50 desafíos están promoviendo la solidaridad, un estado de ánimo más positivo y por lo tanto, salvar vidas en lugar de acabar con ellas.Bien por ellos. Tomemos nota de estos jóvenes emprendedores que no se han conformado con lamentarse por la horrible moda, sino que se han lanzado a combatirla. @amparolatre