Yo sabía -me imaginaba- que a raíz de la separación de su hijo iban a dejar de verla con la frecuencia con la que solían. Y así sucedió, durante años. Hasta que consiguieron que un juez reconociera su derecho a retomar la relación con su nieta.
Primero las reuniones fueron en un “punto de encuentro” con trabajadores sociales de por medio, para para poder hacerlo después de manera más autónoma e independiente.
Días, meses y años de enorme sufrimiento de unos abuelos, en los que a menudo no pensamos y con los que afortunadamente se está haciendo algo de justicia.
He ido conociendo los detalles con el tiempo.
Una de las cosas que más me ha impresionado es saber que la abuela, mientras dejaron de verse, guardó en una caja todos los objetos que la niña había ido dejando en su casa: lazos del pelo, diademas, muñecos…
Años después, cuando retomaron la relación, el primer día que la justicia permitió a estos abuelos llevarse a su nieta (convertida ya en una adolescente) a pasar el día a su casa, le enseñaron esa caja llena de recuerdos. Me hubiera gustado ver sus caras y el cruce de miradas de esta escena. Aunque supongo que, solo con el tiempo, esa niña habrá entendido la tremenda injusticia -que las leyes han permitido- al privarle de crecer con el cariño extra que siempre dan los abuelos. Porque cuando la separación sucede a una edad muy temprana, los niños crecen casi sin recuerdos y retomar la relación, cuando han pasado -por poner un ejemplo- 6 ó 7 años es complicado.
Una noticia que he leído recientemente aborda esta situación con un titular tremendo: “Hemos sido abuelos cuidadores de los nietos y ahora no somos nada”. Un titular que puede parecer exagerado, pero que en muchos casos encierra una gran verdad.
Los que tenemos hijos sabemos el papelón que para la vida de familia supone el apoyo de los abuelos, tanto para los niños como para los padres. En nuestro caso, que no tenemos familia en Madrid, son los que vienen al rescate cuando se ponen muy enfermos o sabemos con antelación que se avecina una semana complicada. Pero también cuando mi marido y yo queremos hacer una escapada romántica. Sin embargo, cuando el amor se acaba son los grandes olvidados. Afortunadamente parece que la historia está cambiando ya que cada vez son más los abuelos que recurren a los tribunales para que se regule su régimen de visitas, dejando su pena a un lado y convertidos en abuelos coraje que por nada del mundo aceptarán perder a sus nietos.
Los padres los tíos, la familia y los amigos, deberíamos ayudar en estas situaciones, para que estos dramas sean cada vez menos numerosos. Son situaciones complejas, que requieren prudencia, educación, delicadeza y algo más que habilidades humanas, para lograr el difícil equilibrio y no cerrar puertas, ni a la reconciliación, ni a la relación con el entorno habitual de los peques. Ni los niños, ni los abuelos deberían sufrir las consecuencias de una ruptura, porque no es su amor el que se ha acabado. @amparolatre