Muchas aventuras empresariales comenzaron con una amistad. André y Édouard Michelin, hermanos visionarios, construyeron un imperio industrial sobre su inquebrantable solidaridad. Bill Hewlett y Dave Packard encarnaron un liderazgo basado en la confianza, la sencillez y una visión compartida. A la inversa, Steve Jobs y John Sculley, que empezaron siendo íntimos amigos, sufrieron una brutal ruptura que tuvo consecuencias trascendentales para Apple.
Estos ejemplos demuestran que la amistad en el trabajo puede ser una fortaleza, o una debilidad. ¿Debemos desconfiar de ellas o cultivarlas? ¿Se puede -y se debe- trabajar con amigos? La cuestión va más allá del pragmatismo: afecta a nuestra concepción del vínculo humano en la empresa y el mundo laboral: ¿un instrumento funcional o una relación significativa?

Amistad leal
La empresa no es un mundo abstracto de funciones, sino una comunidad de personas. En situaciones de crisis, presión o transformación, las relaciones se revelan y pueden amplificarse. Ya no se trata solo de hacer bien el trabajo, sino de estar juntos, apoyar al otro, arrimar el hombro en nombre de una lealtad que va más allá del contrato. Es en estos momentos cuando la colaboración se hace más estrecha y duradera. Es a través de las pruebas y tribulaciones como se forja la confianza, y a veces nace la amistad.
Transparencia privada y discernimiento profesional

En su Doctrina de la virtud, Kant da una definición exigente de la amistad: "La amistad (tomada en su perfección) es la unión de dos personas por un amor y un respeto iguales y recíprocos. […] Requiere una confianza completa entre los amigos: cada uno debe poder abrir su corazón al otro, no sólo en sus sentimientos, sino también en sus juicios secretos".
La amistad privada descrita por Kant se basa en la transparencia total: la libertad interior y la confianza "completa" crean una seguridad emocional en la que cada uno puede contárselo todo al otro sin miedo. Pero en el mundo profesional, esta transparencia radical no es posible ni deseable.
No por falta de ética, sino por prudencia. La amistad profesional no se basa en la transparencia total, sino en el intercambio justo y adecuado de información útil. Lo importante no es decirlo todo, sino decir lo que permite actuar a la otra persona, sin exponerla ni sobrecargarla.
Del servicio a la amistad
Cuando existe una lógica contractual, puede surgir una amistad entre un cliente y su proveedor de servicios. Todo empieza con la confianza: cuando se expresa una necesidad, se cumple una misión con rigor, a veces con una atención que va más allá de lo debido.
En algunos casos, esta relación da lugar a algo más que satisfacción: genera reconocimiento y gratitud. Pasamos entonces de la justicia (lo que se debe) a la humanidad (lo que se ofrece). La atención sincera, la disponibilidad y la excelencia del gesto pueden dar lugar a una estima mutua duradera.
Este vínculo no se basa en la familiaridad, sino en el respeto mutuo, la benevolencia y la reciprocidad, arraigados en la experiencia de un servicio prestado y apreciado. No se trata de instrumentalizar la relación, sino de reconocer que la amistad puede surgir cuando la calidad del vínculo va más allá del intercambio formal.

La amistad profesional: ¿una oportunidad?
Trabajar con amigos, o ver desarrollarse una amistad en el trabajo, no significa introducir la actividad profesional en una esfera puramente emocional. Se trata de reconocer que un vínculo de confianza, cuando es compartido, solidario y justo, puede convertirse en una palanca en el corazón de la actividad profesional.
En un mundo laboral en busca de sentido y cooperación, la amistad -en su forma ajustada y no intimidatoria- no es un lujo ni un peligro. Es una oportunidad. No para abolir los roles, sino para encarnarlos mejor.


