Campaña de Cuaresma 2025
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La Semana Santa invita a un profundo compromiso con el misterio. Para muchos, es un tiempo de rituales familiares: la sombría lectura de la Pasión, el silencio del Sábado Santo, el brillante aleluya de la mañana de Pascua. Pero más allá del leccionario, hay textos menos conocidos -antiguos y modernos- que abren otras dimensiones del misterio pascual. Estos escritos no sustituyen a las Escrituras, pero pueden despertar la imaginación, ayudándonos a vivir más plenamente la tensión, la belleza y la extrañeza de la semana que lo cambió todo.
Viernes Santo

Un poderoso compañero del Viernes Santo es El sueño de la Rood, un poema del siglo VIII que se encontró tallado en runas en una cruz de piedra en Northumbria. En esta visión del inglés antiguo, la propia Cruz habla -dolorida, pero glorificada- como la que llevó a Cristo crucificado:
«Fui criado una cruz; levanté un Rey poderoso,
el Señor del cielo; no me atreví a doblarme ni a romperme…»
El poema llama la atención por su paradoja: la Cruz, a la vez instrumento de muerte y árbol del triunfo, narra la Pasión desde su propia y dolorosa perspectiva. Ofrece un atisbo de cómo los primeros cristianos de las Islas Británicas entendían a Cristo, no sólo como siervo sufriente, sino como heroico vencedor que sube voluntariamente al madero.
Los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot, especialmente «East Coker» y «Little Gidding», también ofrecen ricas meditaciones para la Semana Santa. Escritos durante la Segunda Guerra Mundial, estos poemas son densos y musicales, y tratan del tiempo, la muerte y la presencia divina. En «East Coker», Eliot escribe:
«En mi principio está mi fin. En la sucesión
Las casas se levantan y caen, se desmoronan, se extienden,
se remueven, se destruyen, se restauran…»
Sábado Santo
Su lenguaje evoca tanto la pasión como la resurrección: la destrucción entrelazada con la renovación. Eliot, que fue profundamente cristiano en sus últimos años, escribió con la perspicacia teológica de alguien consciente de que la Semana Santa no se limita a relatar una historia antigua, sino que es un modelo que subyace a todas las cosas.
Para el Sábado Santo, ese difícil día de silencio y suspensión, se puede recurrir a la Antigua Homilía del Sábado Santo, que se encuentra en la Liturgia de las Horas. Su inquietante frase inicial es inolvidable:
«¿Qué está ocurriendo? Hoy hay un gran silencio en la tierra, un gran silencio y quietud. Un gran silencio porque el Rey duerme…»
En esta breve homilía anónima de la Iglesia primitiva, se representa a Cristo descendiendo a los infiernos, no en derrota, sino en tranquilo triunfo. Extiende su mano a Adán, despertando a los muertos. El horror del infierno se convierte no sólo en una idea teológica, sino en un vívido drama de esperanza.
Estos textos -poéticos, simbólicos, a veces extraños- nos recuerdan que la Semana Santa no es ordenada. Se resiste a las interpretaciones fáciles. El Catecismo nos recuerda que «con su muerte, Cristo nos libera del pecado» y «nos abre el camino a una vida nueva» (CIC 654). Pero a lo largo de los siglos se ha imaginado de muchas maneras cómo es esa liberación, cómo se ve, cómo inquieta.
Leer fuera de los textos habituales puede ayudarnos a penetrar más profundamente en el misterio. Esta semana, plantéate leer un poema, una homilía o una obra de arte cristiano antiguo. Deja que perdure. Deja que incomode y consuele. Deja que te conduzca al fuego silencioso de la Pascua.

