Campaña de Cuaresma 2025
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Subir al Krizevac -de 220 metros de altitud- no es fácil: el camino es empinado, pedregoso y exigente, especialmente en verano cuando el calor es insoportable. Pero para los peregrinos en Medjugorje, esta subida simboliza la experiencia viva del Vía Crucis de Cristo, se realiza en silencio, meditando cada paso como una ofrenda.
El Vía Crucis vivo de la Montaña de la Cruz -o Križevac en croata- consta de las 14 estaciones del Vía Crucis, marcadas con esculturas de bronce. Los fieles rezan detenidamente y meditan las estaciones ofreciéndolo por sus intenciones y, sin duda, cualquiera que haya experimentado este Vía Crucis vivo, ha experimentado un encuentro sobrenatural con Cristo al llegar a la cima y admirar la gran Cruz blanca visible desde cualquier punto de Medjugorje.
La gran cruz de Medjugorje

En 1933 los habitantes de Medjugorje erigieron una enorme Cruz blanca de 8.5 metros en el Monte de la Cruz para conmemorar los 1900 años de la Muerte y Resurrección de Cristo.
Incluso mucho antes de las apariciones de la Santísima Virgen en 1981, los fieles en Medjugorje se destacaban por su fervorosa devoción y su apego a las costumbres cristianas. Con una especial atención al ayuno y al sacrificio.
Desde entonces esta Cruz se convirtió en especial símbolo de fe para los cristianos en Medjugorje, no solo por el gran sacrificio que representó su construcción -para la cual cada niño, mujer, hombre, anciano, participó subiendo en sus brazos el material necesario para su construcción- sino que, además, la Cruz alberga reliquias de la Cruz de Cristo que fueron traídas desde Roma.
Hasta el día de hoy, miles de peregrinos de todo el mundo han vivido experiencias profundas de fe al subir a la Montaña de la Cruz. Desde un llamado a la conversión, hasta sanaciones físicas y espirituales.
La Virgen María, según los mensajes atribuidos a ella en Medjugorje, ha pedido a los fieles que recen, ayunen, se confiesen y participen en la Eucaristía. El Monte Krizevac es un lugar donde estos llamados cobran vida, pues la cruz no se ve como castigo, sino como camino de redención, de amor y entrega.
Quien sube al Krizevac, rara vez baja siendo el mismo. Es un lugar donde el silencio habla, donde el dolor se une al sacrificio de Cristo, y donde la cruz deja de ser solo un símbolo y se vuelve experiencia viva. Así, la Montaña de la Cruz en Medjugorje no es solo una colina con una gran cruz. Es una escuela del alma, donde cada piedra, cada paso y cada oración conducen al corazón de Dios.


