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¿Por qué santo Tomás no acabó la Suma Teológica? 

Filósofo Hadjajd doctor “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia
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Patricia Navas - publicado el 28/03/25
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El filósofo Hadjajd ofrece una reveladora reflexión sobre el agua al ser investido como doctor “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia

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¿Por qué el gran tratado de teología de todos los tiempos, la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino, está inacabado? El filósofo Fabrice Hadjadj respondió en la lección magistral que ofreció el pasado viernes 21 de marzo de 2025 al ser investido como Doctor “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia (UCV).

Cuando el “Doctor angélico” estaba escribiendo la parte de su gran libro dedicada a la penitencia vio que no podía continuar. 

Acababa el año 1273. También su vida llegaba a su final. El dominico se afanaba en vertir toda su sabiduría en la que sería su gran obra. Un hermano de comunidad, Fray Reginaldo, iba escribiendo lo que él le dictaba. 

Pero una experiencia mística lo cambió todo. Tomás guardó los documentos, plumas y materiales que usaba para trabajar.

Su escribiente se lo encontró al día siguiente llorando de rodillas. Le pidió que continuara su obra, pero Tomás le dijo que no podía.

Con lágrimas en los ojos también, Reginaldo le insistió: “Dígame, por amor de Dios, por qué no puede”. Y Tomás respondió: “Después de lo que Dios se dignó revelarme el día de san Nicolás, me parece paja todo cuanto he escrito en mi vida, y por eso no puedo escribir ya más…”.

La ciencia de las lágrimas

Hadjajd lo interpretó así en su “lectio” para la investidura, hablando de “la ciencia de las lágrimas”:

“El Doctor communis no comunica más agua que la de sus lágrimas. La contradicción de las aguas que ahogan con las aguas que riegan acaba por nublar la vista. 

Pero sigue siendo el agua la que se expresa. Es esa agua que surge en nosotros mismos. Las lágrimas colman nuestra propia mirada. 

Lágrimas de tristeza o lágrimas de felicidad, lágrimas siempre ante aquello que nos excede, ante la crueldad que decepciona nuestras esperanzas mundanas, pero también ante la promesa de lo que las supera. 

El mar que está en nosotros es recordado por nuestros ojos. Las aguas del origen se ofrecen de nuevo como una materia prima que espera ser renovada por el Espíritu.

Esa ciencia de las lágrimas que purifica la mirada, que cambia el cuestionamiento en oración y que nos vuelve hacia la más alta alegría, esa en la que los pequeños, los oscuros, los ahogados, no son olvidados por el Eterno”.

Reconocimiento de sabiduría

Filósofo Hadjajd doctor “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia

La Universidad Católica de Valencia ha investido Doctor “honoris causa” al director del Instituto Europeo de Estudios Antropológicos Philanthropos por su “interpretación adecuada del mundo” y su manera de transmitirla.

“La obra de Hadjajd trata con fidelidad la complejidad de la experiencia humana enfrascada tantas veces en la angustia, el tormento y el absurdo”, afirmó el rector de la UCV, José Manuel Pagán.

Con su libertad habitual, Hadjad respondió: “Debo buscar hoy y mañana más que ayer la Sabiduría en mis palabras y en mis actos. Sin esto reduciría esta ceremonia a una mundanidad más, y les haría a ustedes cómplices de un impostor”. 

Para el filósofo y teólogo francés, “a través de nuestros corazones pasa la frontera que separa la tierra de Campeador y la trampa del Burlador”.

En memoria de las inundaciones que afectaron Valencia el otoño pasado, el agua ocupó un lugar central en su intervención, pronunciada con su estilo directo y humilde. 

Como la lluvia sobre la tierra -comparó- “desde las cimas de la Sabiduría divina, la inteligencia de los doctores es irrigada” y “a través de su ministerio, la luz de la Sabiduría divina desciende a la inteligencia de los que le escuchan”.

“Debe el doctor discernir entre dos tipos de aguas, las que acogen el Espíritu y las que lo rechazan, las que vivifican y las que matan, las que irrigan y las que ahogan”, prosiguió. 

De la ciencia humana a la del Espíritu Santo

El Doctor reconoció el límite de la ciencia humana como una llamada a reconocer la del Espíritu Santo. 

“Cuando las aguas que riegan se convierten en aguas que arrasan, o cuando el agua que calma la sed se convierte en el agua que tortura en el cuestionamiento, el tribunal de las aguas ya no sabe cómo juzgar”, constató. 

“Ante semejante drama el doctor ya no comprende nada -dijo generalizando la experiencia de santo Tomás-. Toda su ciencia humana le parece vana, sin que pueda con ello refugiarse en la ignorancia”. 

“Entonces es cuando es llamado a entrar en otra ciencia, que es un don del Espíritu Santo, y que la tradición vincula a la tercera bienaventuranza: Bienaventurados los que lloran, ellos serán consolados”, indicó. 

“El don de inteligencia nos permite admirar el designio salvífico"

El filósofo destacó que “siguiendo a san Agustín, santo Tomás de Aquino asocia el don de ciencia al don de lágrimas”. 

“El don de inteligencia nos permite admirar el designio salvífico, el don de sabiduría nos permite gustar la vida misma de Dios, pero el don de ciencia está dirigido hacia las realidades humanas: hace falta ver el mal que devora a la creación, el pecado que acapara el corazón del hombre… -concluyó Hadjajd-. Y el doctor de una ciencia tal no enseña ya tanto por sus palabras como por su llanto”.

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