Campaña de Cuaresma 2025
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Dios es un misterio intacto. Un misterio es tal cosa porque permanece sin ser explicado. Muchos adultos que no acaban de aceptar su inefabilidad, lo reducen a una serie de ritos.
Ser como niños
Los niños sí lo aceptan. Están acostumbrados a vivir sin entenderlo todo, saben que no hace falta. Les da lo mismo que las cosas sean lo que son. Las viven y ya. No temen a la vida porque adivinan que a la noche oscura le sigue la misericordia, el día, y el plan de Dios es tan intangible como una palabra de amor a tiempo.
Cuando decimos "misterio", es decir "vida". Dios es vida. Jesús de Nazaret sabía que el misterio y la vida son inseparables cuando predicaba: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado". (San Mateo 4,17).
Los que lo escuchaban debían estar hechos un lío. El buen Jesús despertaba confusión y alegría. Asombro y veneración, pero también el miedo a lo desconocido. Los que lo temían quisieron legislar su Buena Nueva, consolidarla, planificarla y organizarla.
No pudieron, de manera alguna, porque la profundidad de su vida es la de Dios, y su palabra insondable, clara y casta. Ni siquiera se dieron cuenta de que crucificaban al Hijo de Dios.
Dios rompe su silencio
Qué extraños y tercos son algunos adultos. Ellos son la pesadez del misterio y aún tratan de encasillar a Dios. En su celo, y en su impaciencia, le imponen su mirada y su prisa. Si abajaran su mirada un poco, hasta ponerla a la altura de la de los niños, mirando a Jesús, entenderían que Dios es todo libertad.
Jesús dijo: "Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos". (San Mateo 19,14).
Dios distribuye su gracia donde le place, más allá de los sacramentos, pues el suyo es el territorio de la vida. Nadie necesita renunciar a Dios en nombre de sus ideas. ¡Renuncie primero a lo que cree que entiende!
Dios rompe su silencio para despertarnos, para sacarnos de la apatía, del riesgo de seguir adelante por inercia. En palabras de su Santidad el Papa Francisco:
"La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: 'Convertíos a mí de todo corazón'. Dios es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino"
(Cf. S.S. Francisco, Homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza, 5 de marzo de 2014).
La meta es Dios
El camino es siempre la vida y la meta es siempre Dios, que viene a nuestro encuentro cada día. Fe auténtica, apertura de corazón a los hermanos y hermanas y acción de gracias, son las gracias con las que nos ponemos en camino. Están aquí, pero es preciso buscarlas y cuidarlas.
Solo en libertad se camina hacia la libertad. No en vano Jesús dio su vida por amor. En sus entrañas de hombre libre, no maleado por ninguna ley humana, guardaba la ley de Dios.
Que lo encontremos. Que lo recordemos en las noches oscuras, como todavía hoy los niños.
Es verdad que el mundo algunos días amanece muy triste. Pero no está enteramente perdido, ni abandonado. Está en manos de Dios. La fe es un mástil. Icemos velas. Hay que navegar y no dejarse vencer por la inclemencia del tiempo.
Esperar la vida eterna, comprometerse con esta amenaza temporal, partir el pan, dejarse acompañar por Jesús, hasta que nos haga descubrir qué sentido tenía todo presagio de mal tiempo.


