Campaña de Cuaresma 2025
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Los tiempos que vivimos son completamente extraños. Hace no mucho se tenía cuidado para no arriesgar el prestigio y el buen nombre de las familias, procurando educar bien a los hijos, inculcándoles virtudes para que se convirtieran en personas útiles a la sociedad. Pero hoy, se presumen los pecados y las debilidades como si se tratara de grandes logros.
San Pablo nos alerta
En la carta a los filipenses (12, 9-10), el apóstol san Pablo advierte sobre quienes viven como "enemigos de la cruz de Cristo":
"Hermanos: sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que siguen el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra".
Claramente leemos cuál será el destino de los que prefieran continuar pensando en las cosas de la tierra: acabarán en la perdición.
Una preocupación real para nuestros tiempos, en los que el culto al cuerpo, el hedonismo, el libertinaje, los defectos de carácter, el deseo de vivir sin compromisos y sin consecuencias se pregona en todos los medios y ambientes posibles, creciendo sin freno ante la impasibilidad y apatía de los cristianos que se dejan arrastrar por la corriente de la indiferencia.
Presumir de las debilidades
El mismo Apóstol vivió su propia lucha en contra de sus debilidades, confesando que "tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara" (2Cor 12,7-8). Pero la respuesta de Dios fue contundente:
"Él me respondió: 'Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad'. Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".
San Pablo en ningún momento dijo que su combate fuera fácil, por el contrario, sabía que su fortaleza residía en su confianza en Cristo.
Ese es el ejemplo que debemos seguir en nuestra vida cotidiana: entender que Dios no nos librará mágicamente de nuestros defectos y pecados, sino que nos hará fuertes para vencerlos, si le entregamos nuestro ser por entero.
Por eso, hagamos un buen examen de conciencia, abramos nuestra mente y corazón para descubrir de qué debemos avergonzarnos y confesemos nuestras culpas, Dios nos ayudará a vencerlas.


