El matrimonio por la Iglesia es un importante acto entre un hombre y una mujer; y Jesús quiso dignificarlo a tal grado que lo convirtió en sacramento, en el cual da una gracia especial:
"La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC can. 1055, §1)
El matrimonio en el plan de Dios
El Catecismo de la Iglesia católica menciona que el matrimonio fue parte del plan de Dios desde siempre, como lo constata la Biblia, que comienza con el Génesis y la creación del hombre y la mujer para que se unan como una sola carne, se multipliquen y pueblen la tierra, hasta el Apocalipsis, que cierra con la visión de las Bodas del Cordero (CEC 1603).
Destaca, además, que Jesús, al inicio de su vida pública, realizó su primer milagro en las bodas de Caná, acontecimiento al que la Iglesia da gran importancia porque el Señor mismo se encontraba ahí.
Además resalta también el sentido original del matrimonio, como Dios lo quiso: indisoluble: "Lo que Dios unión, que no lo separe el hombre" (CEC 1614).
La gracia del matrimonio
No es de extrañar, por tanto, la insistencia en la indisolubilidad del matrimonio. Jesús no estaba imponiendo a los hombres y mujeres una carga pesada e imposible de llevar; sino que les da la gracia necesaria para mantenerse unidos:
"Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf Mt 8,34), los esposos podrán 'comprender' (cf Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana".
Esta bella unión tiene una fuerza tal que:
"Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cf Ef 5,26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía."
Por eso, no podemos menospreciar la grandeza de este sacramento que se funda en el amor de Dios por el ser humano y lo convierte en signo de la unión entre Cristo y la Iglesia:
"El Matrimonio cristiano viene a ser, por su parte, signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf Concilio de Trento, DS 1800; CIC can. 1055 § 2).
Por lo tanto, admirando la grandeza de este sacramento, hombres y mujeres casados por la Iglesia, conságrense a María santísima y aprovechen al máximo el poder de la gracia de su matrimonio.
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