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‘Memory’: amor, demencia y recuerdos

Película memory del director Michel Franco
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José Ángel Barrueco - publicado el 21/02/25
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Una película sobre cómo dos seres heridos buscan equilibrarse

Si hay algo que no necesita cláusulas o condicionantes para funcionar es el amor, que puede surgir entre las dos personas más opuestas del mundo. El cineasta mexicano Michel Franco parece saberlo bien o, al menos, lo demuestra en su nueva película, Memory, recién llegada a las plataformas de streaming. Sus historias suelen estar dominadas por cierta carga dramática y numerosos atisbos de crueldad, basta con leer las sinopsis para conocer los temas que maneja: el secuestro, la miseria de los niños callejeros, la maternidad en la adolescencia, la depresión, la enfermedad crónica, el acoso escolar, la crisis existencial… 

En Memory algunos de estos temas están presentes, pero esta vez Franco “hiere” menos al espectador al concebir una historia de amor y dependencia mutua que se va fraguando poco a poco. Cuando comienza el largometraje conocemos a Sylvia (Jessica Chastain), quien lleva 13 años sobria y acudiendo a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Ese tiempo es la edad que tiene su hija. A Sylvia la agobian todavía recuerdos del pasado: afirma que en la infancia y en la adolescencia sufrió abusos sexuales de distintas personas. Sin embargo su madre nunca la ha creído, piensa que son mentiras de una muchacha rebelde y propensa al engaño y las llamadas de atención. Ese trauma la ha convertido en alguien que no se fía de los hombres y que se obsesiona con las cerraduras y alarmas de su domicilio. 

Por eso se asusta cuando, después de una fiesta, un tipo de unos 50 años la sigue hasta casa: Saul (Peter Sarsgaard). El hombre no le dirige la palabra ni la molesta y se queda a pasar la noche en la acera, bajo su ventana. Sylvia, que trabaja en un centro de día y conoce la situación de las personas desorientadas, se las arregla para que un familiar venga a buscarlo. Al parecer, Saul sufre de demencia y no sabe ni recuerda por qué la siguió. El hombre, viudo y al cuidado de su hermano Isaac (Josh Charles, a quien siempre recordamos por El club de los poetas muertos), pierde pronto los recuerdos recientes aunque mantiene algunos recuerdos lejanos.

El equilibrio entre dos personas

película memory del director Michel Franco

Cuando Isaac le pide a Sylvia que asista a Saul a cambio de un sueldo, ella acepta y empieza a conocer al que podría ser el hombre apropiado. Como Sylvia está agobiada por los recuerdos de antaño, parece temer a todos los hombres. Pero Saul es un hombre con poca memoria, y un individuo así no podría tejer estrategias ni hacer daño consciente porque va olvidando lo que vive, y por eso a menudo apunta en una libreta lo que dicen otras personas (como en la película Memento). De esta manera, dos personajes rotos, llenos de fracturas emocionales, van logrando el equilibrio, primero gracias al afecto y la amistad y luego al amor. 

Michel Franco explora las posibilidades de la memoria dentro de una relación. Alguien con pocos recuerdos, como Saul, no puede vivir bien. Pero tampoco se puede vivir con un exceso de malos recuerdos, como Sylvia, a quien desorientan los traumas: debido a eso, y a su pasado alcohólico, y a su temor al hombre, al principio acusa a Saul de haberla violado cuando iban al instituto. La familia de ella indaga y descubre la falsedad de ese testimonio: nunca coincidieron en el instituto y no se habían conocido ni encontrado antes.

¿Es posible que Sylvia empiece a acusar pérdidas de memoria? ¿O es su trauma el que la obliga a ver fantasmas por todas partes? ¿Los recuerdos, y por tanto las imágenes de antaño, la han herido tanto como para distorsionar su percepción de otras personas, en las que cree ver los rasgos envejecidos de sus antiguos enemigos? El director nunca lo deja claro para que los espectadores tengamos que reflexionar.

Alguien que va perdiendo memoria se convierte en dependiente de los demás: si está a solas queda a merced de extravíos, accidentes y manipulaciones. La película nos hace tomar conciencia de este problema y de la soledad y la fragilidad de las personas con alguna clase de deterioro mental. Aunque no hay referencias a la religión (salvo la Oración de la Serenidad que recitan los asistentes a una de las reuniones de Alcohólicos Anónimos), coloca el amor como una especie de fe que nos puede sanar. 

Pese a que los personajes están abrumados por tanto peso dramático, Michel Franco los filma de una manera que los aleja de cualquier telefilme de sobremesa. Para empezar, hay abundancia de planos generales y planos americanos, de tal manera que vemos de lejos a los actores, y no siempre es fácil registrar su dolor y sus lágrimas, y así la cámara parece un testigo apartado y silencioso, alguien que no quiere meterse en medio ni tampoco sacar jugo sensacionalista. No hay música que pueda enfatizar los dramas, excepto la canción romántica que Saul escucha en bucle: “A Whiter Shade of Pale” (de Procol Harum), quizá porque le despierta ciertos recuerdos. 

De esa manera, Franco nos entrega una de sus películas más optimistas o menos desgarradoras: y lo hace con la ayuda de dos intérpretes que están fabulosos en sus personajes. Una película sobre la memoria y sus heridas. Ya lo decía el narrador de La jetée de Chris Marker: “Nada distingue los recuerdos de los momentos ordinarios. Solo más tarde se vuelven memorables por las cicatrices que dejan”.     

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