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El género humano fue creado por Dios a su imagen y semejanza. "Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno" (Gen 1, 26; 31), pero el pecado original le quitó al ser humano la inocencia, haciéndonos proclives al mal.
Dios nos perdonó por su infinito amor
Ofendieron a Dios y Él, por infinito amor, les dejó con vida -porque pudo haber acabado con ellos sin mayores explicaciones- y no solo eso, sino que les prometió un Salvador que nació para reconciliar al mundo con su Creador:
"Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor". (Lc 2, 11)
Los santos rogaron por sus perseguidores
A ejemplo de Dios, los santos también perdonaron y rogaron a Dios por quienes les hicieron daño.
Tal vez no lo sabías, pero Saulo de Tarso - luego llamado Pablo - estuvo presente cuando apedrearon a san Esteban. Lo cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles:
"Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: 'Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios'. Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre, y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo".
Valiente hasta morir por amor a su Señor, nos dio ejemplo de perdón cristiano, incluyendo al espectador:
"Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: 'Señor Jesús, recibe mi espíritu'. Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: 'Señor, no les tomes en cuenta este pecado'. Diciendo esto, se durmió en el Señor".
Perdonar al que te hizo daño
Asimismo, a los cristianos actuales nos toca imitar a nuestro Dios y pasar por alto las ofensas, recordando que nosotros también cometemos faltas y pecamos.
Y, seguramente, nos gustaría que se nos diera otra oportunidad, porque nadie es cien por ciento maldad. Quien se arrepiente de sus ofensas, debe recibir un voto de confianza para seguir adelante en su redención.
Así es que, si Dios nos ha perdonado tanto, ¿por qué no podemos hacer lo mismo nosotros y permitir que aquella persona que nos ofendió, se redima?
Recordemos lo que rezamos en el Padre nuestro, y seamos conscientes de lo que le pedimos a Dios:
"Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"