El Cantar de los Cantares utiliza la granada para enfatizar toda su delicadeza, fuente de sutiles evocaciones poéticas: “Como media granada, tu mejilla a través de tu velo”. (Hechos 4,3). Fruto de innegable estética con su color rojo oscuro y sus innumerables semillas, la granada se invita desde muy temprano a la mesa bíblica por la riqueza que simboliza. Es esta riqueza de la granada la que servirá para adornar las vestiduras del Sumo Sacerdote, de modo que aún podemos leer la descripción que da el Libro del Éxodo al tejedor: "A los lados del manto, alrededor, haz granadas de violeta púrpura, rojo púrpura y carmesí brillante, alternando con campanillas de oro, alrededor” (Ex 28,33 .
Encontramos también en el Libro de los Reyes este fruto en el corazón mismo del Templo cuyos capiteles de las dos columnas fueron decorados por los artistas escultores con su representación: "Hizo también granadas: dos hileras, alrededor, en cada red, para vestir los capiteles, en lo alto de las columnas; así hizo con los dos capiteles” (1Re 7,18 ).
Fertilidad proverbial
Más allá del innegable sabor del fruto, de su jugo y de su riqueza, la granada remite sobre todo a un simbolismo incontestable de fertilidad, como se desprende de numerosas evocaciones bíblicas. Así, Deuteronomio incluye las granadas entre los criterios de fertilidad de la Tierra Prometida (Dt 8,7-8):
“El Señor tu Dios te conduce a una tierra fértil: tierra de ríos caudalosos, de profundos manantiales que brotan en los valles y montañas, tierra de trigo y cebada, de uvas, de granados e higos, tierra de olivos, de aceite y de miel.
Por eso no es de extrañar que, todavía hoy, los judíos que celebran el Año Nuevo (Rosh Hashaná) incluyan entre los frutos de la comida ritual la granada en un lugar destacado, una granada cuyas innumerables semillas representan los méritos esperados del año venidero.
Granada, cristianismo y arte
El arte sacro también supo acoger muy tempranamente la riqueza de la granada, como lo demuestra el deslumbrante cuadro de la Madonna della melagrana del gran pintor renacentista italiano Sandro Botticelli (Museo de los Uffizi, Florencia). En esta obra irradiada de luz divina, la Virgen María sostiene a su Niño recién nacido mientras lleva en su mano izquierda una brillante granada entreabierta.
El legendario color rojo del fruto recuerda la sangre de la Pasión venidera, mientras que sus semillas apretadas evocan la unidad de la Iglesia. Razones por las cuales, san Juan de la Cruz recordó que la granada podría considerarse como un signo inspirador de eternidad...