"Este año cumplo cuatro como padre soltero de tres hijos. Mi camino hasta el papel que ocupo hoy ha sido doloroso y difícil, y a veces me he sentido como en un túnel oscuro, sin luz al final". Martin Eggleston, de 51 años, no oculta que no se ha librado de las pruebas de la vida, y que ha enviudado dos veces en el espacio de seis años. Pero hoy está encantado con su vida y con la importancia de la paternidad. "Ser padre soltero no solo me ha dado una razón para seguir adelante, sino también alegría y sentido a mi vida después de pérdidas tan terribles".
En 1999, Martin conoció a su primera esposa, Jane, a través de un amigo común. "Tuve mucha suerte de encontrarla y nos casamos en 2002. Cuando veo las fotos de nuestra boda y las grandes sonrisas de nuestras caras, recuerdo con qué fuerza creía que teníamos toda la vida por delante".
Cuatro años después de la boda, la pareja dio la bienvenida a una hija, Amy, y los tres llevaron una vida perfectamente normal. Pero en el verano de 2008, Jane sintió un bulto en el pecho izquierdo.
Tenía solo 39 años, pero le diagnosticaron un cáncer en estadio 4. Tras la quimioterapia y la radioterapia, la enfermedad remitió durante 18 meses antes de que el cáncer reapareciera en 2011. Jane murió en febrero de 2014.
"Estaba completamente destrozada. Amy solo tenía siete años. Pero como Jane era tan frágil debido a su enfermedad y al tratamiento, yo ya estaba acostumbrado a estar muy involucrado en su crianza como padre. Era padre y madre a la vez. Así que me dediqué a mi hija, apoyándola en su dolor y haciendo todo lo posible por darle una vida feliz a pesar de lo que habíamos pasado", confiesa.
Asociación de viudos
Martin tuvo que criar solo a su hija y no tenía planes de futuro. "Solo tenía 41 años, pero me mantuve firme en que no quería tener otra relación. Mi dolor era tan grande que no me sentía capaz de abrir mi corazón y volver a amar a otra mujer".
Sin embargo, gracias a la organización inglesa WAY (Widowed and Young), que reúne a jóvenes viudos y viudas, conoció a personas en su misma situación y se sintió conmovido por sus historias, sobre todo por las de quienes finalmente decidieron volver a casarse.
"Vi que no dejaban que su sufrimiento dictara su felicidad futura, y empecé a preguntarme si, algún día, yo también podría abrirme a otra persona". Así fue como, en 2015, conoció a Kirsty en un foro online para viudos. Ella también era viuda, su marido había fallecido en 2013. Kirsty tiene dos hijos, Daniel y Luke, de nueve y dos años en ese momento.
"Ninguno de los dos nos sentimos amenazados por el amor que sentíamos por nuestros difuntos cónyuges, sabíamos que había espacio en nuestros corazones para ellos y para nosotros". Los niños se llevaban muy bien y, en marzo de 2016, Martin y Kirsty decidieron casarse y después se fueron de luna de miel a California, con sus tres hijos.
El día a día de la paternidad
Pero el destino tuvo algo que ver. Un año después de su boda, Kirsty también descubrió un bulto en su pecho derecho. "Sentí que tenía una segunda oportunidad, que tenía una vida feliz, pero en 2020 mi mundo volvió a derrumbarse", dice Martin.
Kirsty murió a los 47 años, Amy tenía 14 y Daniel y Luke, 15 y 8. El viudo tuvo que gestionar el día a día de su familia, que incluía a tres hermanos.
"Me levantaba por las mañanas, preparaba la comida, lavaba la ropa y me aseguraba de que hicieran sus deberes, pero sentía que no estaba allí. La conmoción y la tristeza me sumieron en un agujero negro emocional, y bebí demasiado para adormecer el dolor. No podía entender qué había hecho para merecer esto", admite con valentía.
Mirando al futuro
Pero poco a poco, gracias a la fuerza vital de sus hijos, Martin redescubrió su gusto por la lucha. "Me llevó un tiempo, pero cuando la niebla empezó a disiparse un poco, me di cuenta de que los niños solo me tenían a mí.
"Sus madres me los confiaron y se merecen un padre mejor que uno que se limita a resolver problemas. Por supuesto, hay momentos en los que siento el peso de la responsabilidad sobre mis hombros y me doy cuenta de la cantidad de papeles que tengo. Soy su padre, su madre, la persona a la que acuden en busca de consuelo, su confidente".
Pero Martin también encuentra formas de ser una presencia tranquilizadora para sus tres hijos. "Cuando celebramos cumpleaños o nos vamos de vacaciones juntos, siempre faltan dos personas y todos sentimos la amargura de esos momentos. Pero los niños y yo sabemos que tenemos que agarrar la vida por el pescuezo y mirar hacia el futuro, porque Jane y Kirsty no tuvieron tanta suerte".
Martin puede concluir que sin sus tres hijos, "su vida sería aburrida y vacía". "La paternidad me salvó tras perder dos veces al amor de mi vida. Hoy vuelvo a sentirme feliz".