Ignoramos qué hay en la cabeza de los distribuidores españoles cuando traducen un título como The Best Christmas Pageant Ever por La peor obra de Navidad: justo lo contrario de lo que pretenden decir sus guionistas. Se puede intuir que quieren darle un toque más cómico porque, si algo sale mal en una comedia, nos hará más gracia que si sale bien. Es una traducción que no hacía falta porque las risas ya van incluidas en la película, en la que una madre se propone ofrecer la mejor función navideña aunque los colaboradores con los que cuenta le auguran que será un fracaso.
La historia se inspira en el libro clásico de Barbara Robinson, escrito para lectores infantiles, publicado en 1972 e inédito en castellano. En 1983 fue adaptado en un mediometraje de 48 minutos para televisión. Ésta es la primera vez que se traslada al cine. La dirige Dallas Jenkins, a quienes los espectadores católicos reconocerán como el director, guionista y creador de la serie The Chosen o “Los elegidos” en español.
En una localidad llamada Emmanuel viven seis hermanos que tienen aterrorizados no solo a los alumnos del colegio, sino también a todos los adultos: los Herdman, cuatro niños y dos niñas cuyo padre los abandonó hace tiempo y a cuya madre nunca vemos porque, según ellos, trabaja de noche y duerme de día. Los Herdman se han ganado fama de gamberros y delincuentes juveniles: mienten, roban, blasfeman, quitan las meriendas a otros muchachos y les pegan e incluso insultan a los profesores, entre otras fechorías.
El relato lo cuenta Beth (Lauren Graham en su madurez y Molly Belle Wright durante su infancia), quien denomina a los Herdman “los peores niños de la historia del mundo”, y cuyos padres, Grace (Judy Greer) y Bob (Pete Holmes), tratan de inculcarles valores correctos a ella y a su hermano. Por las noches Beth reza pidiéndole a Dios, mediante “una oración egoísta”, que aleje a los Herdman hasta que ella sea mayor.
Al inicio de la película, los personajes están a un paso de Navidad y necesitan preparar los ensayos para la función anual en la parroquia del pueblo. La obra, que representa el nacimiento de Jesús y la venida de los Reyes Magos, suele estar a cargo de las madres más hostiles y ariscas de Emmanuel. Cuando, por una serie de incidentes, Grace acepta dirigir dicha función, las cosas se tuercen más de lo habitual: los Herdman, que nunca han pisado la iglesia ni conocen los aspectos bíblicos del tema, se ofrecen a participar en la obra y llevarse los mejores papeles.
En busca de una comunidad y del espíritu navideño
Esa perspectiva, dado el comportamiento de los muchachos, presagia la mayor de las catástrofes. Algunas de las familias intentan presionar a Grace para que separe y excluya a los Herdman, sacándolos por completo de la obra. Ella sabe que no puede hacerlo: los muchachos se ofrecieron voluntarios y empiezan a interesarse por la historia de María y José y la anunciación. Y además hay algo que ella, como cristiana, jamás olvida: todos merecen una oportunidad; la iglesia no puede elegir sino acoger a cuantos quieran acercarse a ella, sea mediante una función o la asistencia a Misa.
A estas alturas, los lectores ya se habrán dado cuenta: The Best Christmas Pageant Ever es, amén de una película navideña que exalta sus valores tradicionales, una de las “feel-good movies” más divertidas de la temporada. Salvando las distancias, hay algo en el ritmo cómico y el tono desenfadado de la dirección de Jenkins que recuerda a nuestra añorada “Historias de Navidad” (1983) y quizá un poco, al menos al principio, a las películas de Wes Anderson.
Uno de esos filmes en los que insisten en que no hay que dejar a nadie atrás, que solo ayudándose unos a otros puede funcionar una comunidad, que excluir a terceros por cuestiones de clase o de modales o de comportamiento no es muy católico. Al fin y al cabo los Herdman son muchachos que han tenido que criarse por su cuenta, y eso siempre demanda atención y la compañía del prójimo.