La conocían popularmente como “La santa Juana”. Desde que murió, en 1534, le rindieron culto más de cien años. Pero no ha sido hasta el 29 de noviembre de 2024 que la Iglesia católica ha reconocido como beata a esta monja terciaria franciscana española.
Muchísima gente de toda condición -desde mujeres del pueblo hasta el emperador Carlos V- iba a consultarle a su convento en Cubas de la Sagra, al sur de lo que hoy es Madrid (España).
Juana de la Cruz recibía inspiración, muchas veces en éxtasis, y compartía su sabiduría, que ha llegado hasta nuestros días a través de Conorte, el libro que recoge sus sermones.
Consejos
Una vez, alguien le pidió consejo para estar siempre en gracia de Dios. Juana de la Cruz le respondió, según recoge su biografía Vida y Fin:
“Llore con los que lloran, y ría con los que ríen, y calle con los que hablan”.
Otra persona le preguntó qué podía hacer para agradar a Dios. La monja respondió:
"Oración e silencio, son cosas que aplacen mucho a Dios; y velo negro en su corazón e ánima de dolor de la santa Pasión de nuestro Señor Dios; y alguna carga que ponga encima de su persona de frutos de penitencia. Así estará vestida y adornada su ánima para ser perteneciente a su Dios".
Oración
La Madre Juana era reconocida también como maestra de oración. Además de indicaciones para rezar, en sus sermones intercalaba -en ocasiones- canciones, diálogos, alegorías,… Y también plegarias, como esta alabanza:
“Bendito sea Dios en sus dones,
e los santos en sus obras,
y las imágenes en sus altares,
y los altares en sus iglesias,
y las iglesias en sus sacramentos,
y los sacramentos en la cruz y pasión de nuestro Señor Jesucristo”.
Prodigios
Su sobrenombre de “santa” se debía no solo a su sabiduría. Le atribuían éxtasis, visiones, don de sanación y de lenguas, bilocación, incorrupción de su cadáver,…
El influyente Cardenal Cisneros conoció y valoró el carisma extraordinario de Juana de la Cruz hasta el punto de encomendarle la dirección de la parroquia de Cubas.
Así, como cualquier otro párroco, tenía la responsabilidad de la cura de almas y de administrar los bienes de la Iglesia.
Por eso era ella quien nombraba al capellán que prestaba el servicio religioso en la parroquia a la que pertenecía su convento.
Unión con Cristo
Al final de su vida, una enfermedad postró en una cama a la beata Juana de la Cruz y la llevó a identificarse incluso físicamente con Cristo crucificado.
Ya cercana la muerte, sus hermanas de comunidad recogieron un diálogo que mantuvo con su ángel de la guarda:
- “¿Oue es la causa porque fui en mis principios en mucho tenida y alabada de santa y de sierva de Dios, más que debía ni merecía?
- El Señor lo permitió porque le parecieses en la persecución y trabajos dignos de memoria.
-Yo no demandé al Señor me diese visiones ni apariciones de sí mesmo ni de vos, señor, ni de otras cosas del cielo. ¿Qué es la causa porque se me han dado sin merecerlo yo?
- Es gracia que Dios de su gana y grado te ha dado, aventajada que a otras personas. No seas ingrata ni te ensoberbezcas, que otras personas; sin ver nada, son mejores que tú. Y esto ten siempre en tu corazón, nunca te engañe el enemigo con vanagloria.
Dígote: por guardarte Dios deste pecado ha permitido sobre ti algunos menosprecios de tu vida, con que has sido y eres quebrantada y apremiada y pisada de las gemes, y en lenguas de las criaturas de Dios.
Aunque no dejo de culpar a las personas que no han mirado a la gracia que Dios en ti puso, provechosa y manifiestamente, porque los tales menosprecios no se hacen contra siervos y siervas de Dios.
Más tú, duélete del pecado hecho contra Dios más que de tu menosprecio, y piensa que de más eres digna, y así salvarás tu alma que está en tu palma”.