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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy, al acercarnos al final del año litúrgico, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre las realidades últimas: el fin de los tiempos y la venida gloriosa del Hijo del Hombre. El Evangelio de san Marcos (Mc 13, 24-32) nos presenta un lenguaje apocalíptico lleno de imágenes que pueden parecer aterradoras, pero que en realidad están llenas de esperanza.
1El lenguaje apocalíptico: signos y esperanza
Jesús utiliza un lenguaje lleno de símbolos: el sol que se oscurece, la luna que deja de brillar, las estrellas que caen del cielo. Estas imágenes no son una descripción literal de eventos futuros, sino una forma de expresar una verdad profunda: el mundo tal como lo conocemos tendrá un final. Pero este fin no es motivo de terror para los creyentes, sino de esperanza, porque marca el inicio de la plenitud del Reino de Dios.
La promesa central de este pasaje es que el Hijo del Hombre vendrá "con gran poder y gloria" para reunir a los elegidos. Esto nos recuerda que nuestra vida no se limita a lo que vemos aquí y ahora; estamos destinados a la eternidad con Dios. Estas palabras nos invitan a vivir con una perspectiva más amplia, confiando en la fidelidad de Dios, que cumple siempre sus promesas.
2El llamado a estar vigilantes
Jesús nos dice que nadie conoce el día ni la hora, ni siquiera los ángeles ni el Hijo, solo el Padre. Esto subraya la importancia de vivir en una actitud de vigilancia y preparación constante. No se trata de obsesionarnos con fechas o señales específicas, sino de estar siempre listos para encontrarnos con el Señor.
Esta vigilancia no debe ser una carga, sino una oportunidad para crecer en nuestra relación con Dios. Implica vivir cada día con fe, esperanza y amor, haciendo el bien y confiando en que Dios está con nosotros, incluso en medio de las dificultades y los desafíos del mundo.
3La esperanza en medio de la incertidumbre
Vivimos en un mundo lleno de incertidumbre. Los desastres naturales, los conflictos sociales y las crisis personales pueden hacernos sentir como si el mundo se estuviera desmoronando. Sin embargo, el mensaje de Jesús nos asegura que, a pesar de las tribulaciones, Dios tiene el control. La historia no está a la deriva; tiene un propósito y una meta, y esa meta es la victoria definitiva del amor de Dios.
Jesús nos dice que sus palabras "no pasarán", lo que nos invita a confiar plenamente en su enseñanza y en su promesa. En medio de los cambios y las crisis, la palabra de Dios permanece como una roca firme que nos sostiene.
4Aplicación para nuestra vida
El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestra fe. ¿Estamos preparados para el encuentro con el Señor? La vigilancia no significa vivir con miedo, sino con una confianza activa en Dios. Implica aprovechar cada oportunidad para amar, servir y reconciliarnos con los demás.
También nos desafía a vivir con esperanza, sabiendo que, aunque enfrentemos momentos difíciles, Dios tiene la última palabra. En lugar de temer al futuro, podemos enfrentarlo con la certeza de que estamos en las manos amorosas de nuestro Padre celestial.
Conclusión
Queridos hermanos, el Evangelio de este domingo nos llama a vivir con una esperanza activa y confiada. El fin de los tiempos no es motivo de miedo, sino de alegría, porque nos recuerda que Dios está preparando algo maravilloso para nosotros.
Mientras esperamos la venida gloriosa de Cristo, vivamos cada día con fe, amor y vigilancia, sabiendo que nuestras vidas están en las manos fieles de nuestro Señor.
Amén.
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
Segunda lectura: Heb 10, 11-14. 18
Evangelio del día: Mc 13, 24-32