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El 15 de octubre de 2024, 51 refugiados sirios aterrizaron en el aeropuerto romano de Fiumicino en un vuelo humanitario procedente de Líbano. Recibido con pancartas, flores y globos, este grupo de migrantes llegó a Roma gracias a la iniciativa "corredores humanitarios", organizada por la asociación católica Comunidad de Sant'Egidio, junto con la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia, la Iglesia Valdense, la Conferencia Episcopal Italiana y el gobierno local.
Todos estos actores unieron sus fuerzas en 2016 para poner en marcha este proyecto con el fin de ofrecer a los migrantes una forma segura de venir a Europa y solicitar asilo, en lugar de intentar embarcarse en el peligroso viaje en barco a través del Mediterráneo, que se ha saldado con más de 28 mil muertes desde 2013.
Desde entonces, la iniciativa Corredores Humanitarios se ha ampliado también a Francia y Bélgica y, hasta octubre de 2024, unas 7 mil 800 personas han sido traídas de forma segura a Europa desde Líbano, Grecia y Gaza, entre otros países.
Aleteia habló con Cecilia Pani, responsable del programa Corredores Humanitarios para Irán y Etiopía de la Comunidad de Laicos Católicos de Sant'Egidio, sobre esta iniciativa y sobre cómo ha podido dar una nueva esperanza de futuro a los emigrantes que escapan de situaciones difíciles.
Corredores humanitarios
Aleteia: ¿Cómo nació la iniciativa de los corredores humanitarios?
Cecilia Pani: La Comunidad de Sant'Egidio, precisamente por su atención a los migrantes, llevaba mucho tiempo luchando contra el drama de los llamados "viajes de la esperanza" en el Mediterráneo, en los que, para entrar en una tierra donde luego podrían recibir asilo político, que era su derecho, los migrantes y refugiados tenían que poner en peligro sus vidas.
Era una contradicción dolorosa que siempre nos había dolido, y cuando empezamos a contar los datos nos dimos cuenta de que había un número importante y trágico de víctimas. Empezamos a organizar estas oraciones, que se celebran el Día Internacional del Refugiado, el 20 de junio, con las comunidades extranjeras, cristianas y no cristianas, presentes en Italia. Esta ceremonia comenzó en Roma y luego se extendió por toda Italia.
Luego, el 3 de octubre de 2013 organizamos una ceremonia especial de recuerdo con la Federación de Iglesias Evangélicas, recogiendo todos los nombres de todos los fallecidos a través de los familiares. A partir de ahí empezamos a pensar qué se podía hacer. A partir de esa tragedia creciente, los responsables de Sant'Egidio, con los líderes de las Iglesias Evangélicas, pensaron en buscar una alternativa. Es decir, intentar encontrar con el gobierno italiano una alternativa para abrir una vía legal.
¿Y cómo ha ido?
Este trabajo con el gobierno llevó un año. La primera propuesta de una ruta legal se presentó al Ministerio del Interior y al Ministerio de Asuntos Exteriores a finales de 2014, y después hizo falta un año de negociaciones para que se firmara el primer protocolo del proyecto, llamado de hecho "corredores humanitarios", a finales de 2015.
A partir de ahí, los programas con Líbano para sirios se renovaron varias veces, luego en 2016 se establecieron programas para África. Luego, se abrieron otros corredores para Francia y Bélgica.
¿Cómo funciona?
Quiero precisar que la expresión corredor humanitario se utiliza también para referirse a algo que no es el programa de Sant'Egidio; es decir, genéricamente, una evacuación segura de personas en peligro.
En cambio, el modelo del programa de Sant'Egidio tiene una característica y es que hay una unidad de intervención que elige a los candidatos que acuden. Hay responsables del programa que van a los países socios para identificar a los candidatos según criterios establecidos, como la vulnerabilidad, pero también la adaptabilidad al país de destino. Esto es muy importante porque el programa es autogestionado y autofinanciado sin ningún gasto para el gobierno, por lo que los migrantes que llegan necesitan ser apoyados por la sociedad civil, familias, parroquias, asociaciones que luego también les acompañan. Evidentemente, esto es por un periodo limitado, normalmente un año, a veces para casos de mayor fragilidad quizás 2 años. Así que los candidatos deben ser elegidos en función de su posible capacidad futura para hacerse económicamente independientes.
Así que primero los responsables del programa van al país y eligen a los candidatos, luego organizan todos los trámites para tratar con los países de origen, como ponerse en contacto con embajadas y organizaciones internacionales para conseguir los distintos permisos. A continuación, organizan el viaje, obtienen los visados y acompañan a los refugiados en el viaje y también los siguen en su integración en el nuevo país durante un año.
¿Cómo es el recibimiento cuando llegan a Italia?
Estamos convencidos de que el primer impacto con el nuevo país es un momento crucial, porque es el que luego marca también toda su nueva vida.
Para los refugiados su llegada a un nuevo país también es motivo de ansiedad porque lo dejan todo atrás, a veces llegan con un pequeño equipaje o una mochila y nada más. Abandonan a sus familiares, un futuro imaginado que ha sido destruido por la guerra, y se dirigen así a un lugar absolutamente desconocido. Desde la llegada se elige si la actitud hacia el nuevo país será positiva o no. Si este impacto se produce con una sonrisa, con amistad, con empatía, entonces deja huella.
Cuando los corredores humanitarios llegan a Fiumicino preparamos ramos de flores para cada uno. Preparamos un hermoso cartel en todos los idiomas que dice bienvenido a Italia. Tenemos globos para los niños, y siempre hay un joven mediador que jugará con ellos y les hará sonreír tras un viaje difícil, tras un pasado terrible, que dejan atrás. Les ofrecemos bebidas calientes, desde café, té, chocolate.
Algunas familias, incluso después de seis o siete años, porque las primeras familias llegaron en 2016, siguen recordando ese día como un nuevo renacimiento y, por tanto, el amor por el nuevo país también viene de ahí.
¿Preparan otros actos para cuando lleguen las familias?
Sí, si es posible, porque los trámites de registro duran varias horas, intentamos ofrecer un buen almuerzo, a ser posible con algún elemento de cocina étnica. Por ejemplo, si hay refugiados sirios preparamos un arroz sirio con pasas, si hay eritreos preparamos algo con berberè [una mezcla de especias], en fin, algo para que se sientan como en casa.
A veces, cuando es posible, organizamos una fiesta en uno de nuestros locales, incluso con los familiares de las personas que han llegado, que pueden estar ya en Italia.
Siempre que es posible también organizamos una rueda de prensa. Creemos que la narrativa sobre la inmigración es cada vez más amenazadora: oímos hablar de "peligro de invasión", "son ladrones", "hay delincuentes que llegan escondidos junto con los refugiados", etc.
Esta narrativa deja huella en la cultura, en los jóvenes, en la ansiedad de la población que se supone que debe acoger a la gente. En cambio, queremos decir que la inmigración es positiva. Queremos mostrar a estos niños que llegan, que son también el futuro de nuestra sociedad.
Durante estas conferencias también contamos las historias de las reunificaciones. Por ejemplo, suele haber encuentros conmovedores de madres que han dejado atrás a sus hijos pequeños y ahora los ven ya adultos, que solo pudieron venir a Europa a través de los corredores humanitarios.
Otro elemento importante de la conferencia de prensa es que hay una reacción. Ver a las familias que acogen a estas personas, a estos niños tan monos que llegan, y los abrazos de los familiares, genera buenos sentimientos en la sociedad civil y surgen propuestas de grupos, asociaciones o parroquias para acoger a más refugiados. Después de cada rueda de prensa de llegada, nuestros teléfonos reciben muchas llamadas.
¿Qué dirías que es lo mejor de tu trabajo?
Yo diría que devolver la esperanza. Hay tanta desesperación en este mundo. Ahora estamos visitando a sudaneses en Etiopía, algunos acaban de huir de su país, pero hay otros que llevan 20 años en campos de refugiados; es decir, que nacieron allí. Así que la ausencia de esperanza es muy palpable y este trabajo, en cambio, quiere devolver la esperanza.
Los "viajes de la esperanza" en el Mediterráneo tienen este hermoso nombre pero son trágicos, porque a menudo acaban en desesperación y muerte. Los corredores humanitarios son, en cambio, verdaderos viajes de esperanza.