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Noviembre es el mes que la Iglesia Católica dedica a las benditas almas del purgatorio. También es un buen momento para recordar que somos pecadores y debemos preparar y fortalecer nuestras propias almas. El Catecismo enseña:
"Todos los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero todavía imperfectamente purificados, tienen ciertamente asegurada su salvación eterna; pero después de la muerte sufren una purificación, a fin de alcanzar la santidad necesaria para entrar en el gozo del cielo".
Esta comprensión cobra vida en esta carta de CS Lewis en la que le escribe a su amigo ficticio, Malcolm:
"Nuestras almas exigen el purgatorio, ¿no es cierto? ¿No nos rompería el corazón si Dios nos dijera: 'Es verdad, hijo mío, que tu aliento huele mal y que tus harapos gotean barro y cieno, pero aquí somos caritativos y nadie te reprochará estas cosas ni te apartará de ti. Entra en la alegría'?
¿No deberíamos responder: 'Con sumisión, señor, y si no hay objeción, prefiero ser limpiado primero'?
—Puede doler, ¿sabes?
—Aun así, señor".
Noviembre es el mes oportuno para ayudar a las Benditas Almas del Purgatorio. Incluso hay formas especiales que la Iglesia ofrece para honrarlas y ayudarlas durante este mes. Por ejemplo, ¿sabías que los católicos en estado de gracia que visitan devotamente un cementerio durante los primeros ocho días de noviembre y rezan por los difuntos pueden recibir una "indulgencia plenaria aplicable solo a las almas del purgatorio?".
Cuando oramos por las santas almas del purgatorio, nuestras propias almas brillan más intensamente con caridad.
Un santo conocido por su amor a las almas benditas
Hay muchas historias sobre el Padre Pío. ¡Aquí hay una que da vida a la devoción de noviembre!
Los frailes que vivieron con el Padre Pío escucharon una vez unas voces de una belleza inolvidable que resonaban en el convento, al mismo tiempo que el Padre Pío se encontraba en profunda oración. Le preguntaron qué era ese sonido, a lo que él respondió: "¿Por qué están todos tan sorprendidos? Son las voces de los ángeles, que llevan almas del purgatorio al paraíso".
Nacido como Francesco Forgione en 1887, el sacerdote capuchino conocido como Padre Pío vivió en el convento de san Giovanni Rotondo. Sin embargo, era conocido por su debilidad por los estadounidenses, ya que su padre, Grazio, pobre y analfabeto, se fue a Jamaica, Nueva York para buscar trabajo. Grazio Forgione envió dinero a casa para mantener a la familia, lo que le permitió a Francesco recibir clases particulares y luego ir al seminario. Se sabe que el Padre Pío dijo: "Mi padre cruzó el océano dos veces para darme la oportunidad de convertirme en fraile".
Las almas de los muertos lo buscaban
Cuando recuperó sus facultades sacerdotales públicas, pasaba diez horas diarias oyendo confesiones, contando con frecuencia a los penitentes sus pecados, ayudándolos a alcanzar un verdadero arrepentimiento e inculcándoles el deseo de no pecar más.
La Santa Misa del Padre Pío duraba unas tres horas; y los que asistían sentían que el tiempo pasaba volando y que cada momento era un tiempo bien empleado. San Pío construyó un hospital cerca de su convento al que llamó: "Casa para el alivio del sufrimiento".
¿Es de extrañar, entonces, que un sacerdote-santo tan compasivo con su rebaño sea también conocido por ayudar a las almas del purgatorio?
De hecho, el Padre Pío comentó una vez que por el camino que conducía a su monasterio se acercaban tantas almas de muertos como de vivos en busca de su ayuda. No deberíamos dudar en invocar al Padre Pío para que interceda por nosotros y saque a nuestros seres queridos del purgatorio.
Esta hermosa devoción tan querida por el Padre Pío nos dará un vínculo más cercano con Nuestro Señor y ayudará a aliviar el sufrimiento de las almas.
Aquí tienes una poderosa oración que puedes rezar por las almas del purgatorio: