San Padre Pío tenía una extraordinaria fe en Dios, lo que le permitía actuar con calma cuando un espíritu demoníaco intentaba asustarle.
Esto ocurría con cierta frecuencia y, en ocasiones, personas poseídas entraban en la iglesia de San Giovanni Rotondo.
El autor C. Bernard Ruffin relata la siguiente historia en su libro, Padre Pio: La verdadera historia.
Cura por posesión
Según Ruffin, "el padre John Schug (1928-2002), cuando entrevistó a los frailes más ancianos de San Giovanni unos años después de la muerte de Pío, le hablaron de una mujer que parecía algo más que perturbada mental. Su rostro estaba tan horriblemente contorsionado, y tenía una luz tan extraña en los ojos, que la gente empezó a huir aterrorizada. '¡Soy la dueña de esta iglesia!', gritaba".
Cuando la mujer vio una imagen de san Miguel Arcángel dijo: "¡No has ganado! He ganado yo".
Hizo tal alboroto dentro de la iglesia que atrajo la atención del Padre Pío, que estaba confesando. Salió del confesionario y el sacristán le instó a que no se fuera. El Padre Pío respondió: "No tengas miedo… ¿Desde cuándo tememos al diablo?"
El poder de la confesión
El Padre Pío simplemente se acercó a ella y le dijo: "¡Aléjate de ahí!" Empezó a suplicar al padre Pío: "¡Por favor, no me envíe lejos! Por favor, no me eches".
Le dijo que se sentara allí y esperara hasta que terminara con las confesiones.
[Después] encontró a la mujer sentada tranquilamente. La condujo a uno de los confesionarios. Cuando salió, "su rostro era como el de un ángel".
El Padre Pío confiaba plenamente en el poder de la confesión y aún hoy, los exorcistas recomiendan la confesión frecuente de los pecados para evitar que las fuerzas satánicas influyan en el individuo.