La misión del padre Ignacio -nacida de su profundo amor a Dios que dice “lo que hicisteis por uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”- le ha llevado a transformar las vidas de muchos jóvenes, devolviéndoles la esperanza y la dignidad. Aleteia tuvo la oportunidad de conversar con él para conocer un poco más de su testimonio y labor.
Hace unos días, la revista Misión otorgó uno de sus premios al sacerdote Ignacio María Doñoro de los Ríos, un hombre cuya labor es tan indispensable como admirable, y del que nunca se hablará lo suficiente.
A través del Hogar Nazaret, el padre Doñoro lleva años rescatando niños y adolescentes que se encuentran sumidos en una absoluta pobreza moral, emocional y material, en situaciones de alto riesgo, donde no solo peligra su bienestar, sino también sus vidas y su integridad. Su propósito es claro: devolverles lo que nunca debieron perder (el derecho a una familia, al amor, a una identidad que les confiera esperanza, a un futuro mejor), y que el amor cure sus almas.
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Una experiencia que lo transformó
Este sacerdote bilbaíno, que además ha sido capellán castrense, descubrió el sentido más profundo de su vocación durante su estancia en El Salvador, donde vivió una de las experiencias más conmovedoras y decisivas de su vida.
En ese país, marcado por la violencia, se vio obligado a hacerse pasar por traficante de órganos para salvar la vida de Manuel, un niño que iba a ser vendido por sus padres. Lo "compró" por un dólar más de lo que ofrecían los traficantes, 25 dólares, y, desde ese momento, supo que en el mundo había muchos más “Manueles” que necesitaban ser rescatados. Así, decidió dedicar su vida a estar al lado de los más desfavorecidos, de aquellos que no tienen voz ni medios para defenderse.
Estos actos heroicos, sin embargo, casi le costaron la vida: sufrió una agresión tan brutal que solo sobrevivió porque sus atacantes lo dieron por muerto.
Lejos de intimidarse, el padre Doñoro continuó su labor, siempre impulsado por un profundo amor a Dios y a la Virgen, y con un compromiso inquebrantable en la defensa de los más vulnerables. Es precisamente esa entrega la que le ha valido múltiples reconocimientos a lo largo de los años.
Testimonios vivos del Hogar de Nazaret
Al recibir el premio Misión 2024 no estuvo solo. Lo acompañaron dos jóvenes que han viajado desde la selva del Amazonas a España y que son una prueba evidente de que el amor lo cura todo.
Una de ellas, gracias a una beca, actualmente estudia Medicina en la Universidad Francisco de Vitoria. Estos jóvenes son un testimonio vivo del impacto transformador que el Hogar Nazaret está teniendo en la vida de muchos niños y adolescentes.
No obstante, el mayor galardón que espera al padre Doñoro no es terrenal. Su auténtica recompensa está en el Cielo, donde, con toda probabilidad, la Señora del Hogar Nazaret lo recibirá y le agradecerá su entrega generosa, su amor apostólico y su incansable dedicación para llevar el calor, el cariño y la protección del Hogar Nazaret a los rincones más necesitados del mundo.
El padre Doñoro ha demostrado, con su vida y su obra, que el amor no tiene límites, y que todo es poco para hacer de esta vida un anticipo del Cielo.