En un Sínodo cuyo tema es la sinodalidad, se trata de escuchar. "Con la ayuda del Espíritu Santo, se trata de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas y las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia", declaró el Papa Francisco en su homilía de apertura del Sínodo.
Sin embargo, para poder escuchar y comprender, necesitamos hablar el mismo idioma. Esto no se da por descontado en el Sínodo, que reúne a personas de casi 120 países diferentes. Por ejemplo, un obispo africano de un país francófono tendrá que escuchar la oración de la mañana en maorí, chino o inglés pidgin (hablado en Nigeria), seguir después los discursos en italiano, español o portugués, y querer charlar con un colega japonés o austriaco durante la pausa para el café.
Lenguas oficiales
Aunque el latín es la lengua oficial de la Iglesia, no ocurre lo mismo dentro del Sínodo, donde la lengua oficial es el italiano. Fue en 2014 cuando el Papa Francisco decidió sustituir la lengua de Cicerón, poco conocida por los participantes, por la de Dante.
Sin embargo, el italiano, que no se habla oficialmente en ningún otro país que no sea La Botte (aparte del cantón de Lugano, en Suiza), dista mucho de ser la lengua franca de toda la asamblea, que cuenta con una veintena de italianos de un total de 368 miembros. Y ello a pesar de que muchos de los participantes han trabajado en la Curia o frecuentado alguna de las universidades pontificias italianas.
Para remediar esta situación, el Sínodo sobre la Sinodalidad cuenta con otras cuatro lenguas oficiales: inglés, francés, español y portugués. Las mesas redondas en las que se sientan los participantes en el Aula Pablo VI están divididas en grupos lingüísticos para facilitar la comunicación entre personas que hablan la misma lengua.
Y cuando es necesario escuchar o hablar a toda la sala, se dispone de traducción en directo gracias a intérpretes en estas cinco lenguas, más el alemán. Aunque no es una de las lenguas oficiales, la lengua de Goethe está disponible gracias a la financiación de los países interesados.
Desigualdades en la asamblea
Fuera de los discursos oficiales, sobre todo durante los descansos, los miembros siguen hablando entre ellos, a menudo haciendo malabarismos con varias lenguas. "Hay mucha gente que habla dos, tres o incluso muchos más idiomas, y no dudan en cambiar de grupo lingüístico para tener una visión más amplia de lo que ocurre en la asamblea", dice una persona que participa en las comunicaciones del Sínodo. "La gente a veces tiene dificultades, pero se entienden", dice.
Sin embargo, para algunos, este contexto lingüístico internacional puede resultar complicado. Por ejemplo, dos miembros del grupo de lengua francesa dijeron tener dificultades para expresarse en francés, que no es la única lengua hablada en su país. O se sintieron frustrados por no poder hablar con alguien que hablara otras lenguas. "Afortunadamente, algunas personas hacen de intérpretes", confiesa uno de los miembros.
La excepción china
Solo hay un caso particular, el de los dos obispos de China continental que participan en la asamblea. Mons. Joseph Yang Yongqiang, obispo de Hangzhou, y Mons. Vincent Zhan Silu, obispo de Xiapu, solo hablan mandarín. Aparte del puñado de miembros y participantes de Taiwán y Hong Kong -incluido el obispo de Hong Kong, el cardenal Stephen Chow-, les resulta imposible comunicarse con los participantes.
"Son los únicos que tienen un intérprete con ellos", asegura una persona implicada en la organización del Sínodo. Gracias a este intérprete, los dos obispos pudieron hacer sus aportaciones, así como intercambiar puntos de vista con el Papa Francisco.