7 santos a los que puedes encomendarte si eres médico

El médico es un profesionista que tiene en sus manos la salud - y hasta la vida - de los pacientes que confían en él. Y como todas las actividades de los seres humanos, también ha habido santos que se han dedicado a esta bella profesión.

Por eso, presentamos siete ejemplos de santos médicos, a quienes pueden encomendarse quienes han elegido esta noble carrera.

San Lucas es reconocido como el evangelista que entrevistó a la santísima Virgen, pues como profesional de la salud, era más metódico y quiso ir a la fuente primaria para escuchar directamente de María su versión de los hechos.

 Sabemos que era médico porque san Pablo lo menciona en la Carta a los Colosenses : “Lucas, el médico querido” (Col 4, 14).

Su sensibilidad y tacto se ve traducida en su evangelio, donde narra las parábolas del Hijo Pródigo, del Buen Samaritano y del Rico Epulón y el Pobre Lázaro, poniendo de relieve la misericordia que hay que ejercer en la medicina.

Los santos Cosme y Damián eran hermanos. Como médicos, preparaban remedios para los enfermos en la actual Siria, pero nunca cobraban, por eso les decían Anárgiros, “los sin dinero”.

De ellos se desprende que hay que ejercer la medicina por amor al prójimo, y por supuesto, cobrar lo justo por los servicios ofrecidos, entendiendo que es una magnífica manera de llevar a cabo una obra de caridad efectiva y eficaz.

San Pantaleón vivió a finales del siglo III d. C. Ejercía la medicina y a la vez ayudaba a los cristianos perseguidos, pero el emperador, conociendo su prestigio, quiso salvarlo, convenciéndolo de renegar de su fe.

Por supuesto, el santo se negó, por lo que fue torturado, saliendo ileso milagrosamente. Sin embargo, él, para dar testimonio de que solo a Dios le pertenecía su vida, rogó al Señor la muerte. Fue decapitado y el árbol donde cayó su sangre floreció al instante.

La fe es necesaria para la medicina, porque donde se acaban los recursos humanos, Dios concede lo que hace falta.

San José Moscati, médico italiano, desde pequeño demostró una aguda sensibilidad hacia el sufrimiento físico de los demás.

Llevó su labor de una manera heroica por trabajar con enfermos incurables y salvar a sus pacientes durante la erupción del Vesubio de 1906, gracias a lo cual, adquirió fama y prestigio internacional.

Sin embargo, su vida fue clara y coherente, impregnada de fe y de caridad hacia Dios y hacia los hombres, especialmente los que vivían en la pobreza, convirtiéndose en apóstol de Jesús sin predicar nunca, anunciando, con su caridad y con su forma de vivir su profesión de médico, al Divino Pastor.

Otro médico reconocido por sus amplios conocimientos fue el beato José Gregorio Hernández, venezolano de nacimiento.

El "médico de los pobres", como era conocido, daba consultas gratuitas y trabajó incansablemente durante la epidemia de la gripe española.

Pero también también fue un reconocido científico al que se le atribuyen estudios importantes en bacteriología, embriología, fisiología e histología; así como la introducción del microscopio en Venezuela.

Su amor por Dios y por el prójimo le hicieron dedicarse en cuerpo y alma a su profesión, además le interesaba que la paz regresara al mundo, por lo que ofreció su vida para que terminara la Primera Guerra Mundial, lo que Dios le concedió, ya que el día que se firmó el tratado de paz, falleció atropellado por un automóvil (29 de junio de 1919).

Religiosa y Doctora de la Iglesia, santa Hildegarda también escribió obras de medicina natural, titulados Libro de la medicina simple y el Libro de la medicina compleja que fueron usados durante la Edad Media.

Para la santa, la felicidad y armonía originales del género humano quedaron destruidas por el pecado original, que cambió las cualidades del cuerpo y el alma humanos.

Por ende, las enfermedades surgieron de la degradación de la Naturaleza. Además afirma que el origen de los males está en el demonio y en la separación de Dios, fuente de todo bien. Y la curación depende de la vuelta a la salud integral, a la unión con Dios, pues solo de Él sale la vida completa, la salvación y la salud.

Nacido en Francia, el joven René Goupil, laico, ejerció como barbero y cirujano en la misión en Canadá, acompañando a los mártires jesuitas que evangelizaron esa región de América del Norte.

Fue humilde y muy humano, pues ocupaba el lugar más bajo en el orden jerárquico médico de la época. Sus funciones principales eran las sangrías y vendaje de heridas, lo que hacía muy bien.

En el hospital donde desempeñaba su labor había un hombre con unas llagas profundas y podridas, a quien atendió con inmensa caridad, pues decía que "era su consuelo".

San Isaac Jogues, le pidió a su superior que enviara a san René Goupil al país de los hurones con él porque tenían una gran necesidad de un cirujano.

Murió mártir, emboscado por una tribu vecina.

Que los santos médicos rueguen e intercedan por nosotros.