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‘Las tres hijas’: pérdida, hermandad y duelo prematuro

las tres hijas película duelo
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José Ángel Barrueco - publicado el 09/10/24
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Magnífico drama sobre la espera durante la agonía de un padre

“La única forma de comunicar cómo es realmente la muerte es a través de la ausencia”, dicen hacia el final de Las tres hijas, una película dolorosa, conmovedora y necesaria que desarrolla algo por lo que todos acabamos pasando: la espera durante la agonía de un familiar al que le quedan apenas unos días de vida.

Para contarnos un tema tan delicado, el director Azazel Jacobs utiliza un recurso certero y sorprendente: durante casi todo el metraje no llegamos a ver al enfermo, a ese moribundo cuyo rostro no conocemos, sino solo a las tres hijas del título, encerradas en una casa en la que tienen que esperar y atender a un hombre sometido a cuidados paliativos en su propio domicilio. El filme podría tener algo de Beckett y Esperando a Godot, dado que a veces una situación de esas características roza el absurdo.  

Rodada como una obra de teatro, con mucho diálogo y en un par de escenarios (el domicilio, el exterior de la casa, alguna tienda), His Three Daughters comienza cuando las tres hermanas se reúnen para aclarar cómo pasarán ese tiempo incierto y variable: Katie (Carrie Coon) es la mayor y, aunque vive cerca de la ciudad, no ha visitado tanto al padre viudo como debería; Rachel (Natasha Lyone), la hija mediana, a la que acaban recordando despiadadamente que el enfermo no es su verdadero padre porque en cierta manera la adoptó o se hizo cargo de ella, es sin embargo la hermana que convive con el hombre y le ha prestado auxilios; Christina (Elizabeth Olsen) es la pequeña, y vive a más kilómetros del domicilio paterno, lo que ocasionó que aún le visitara menos que la hermana mayor. 

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El tiempo y la distancia, y los caracteres opuestos, han ido creando abismos y heridas entre ellas que no tardan en explotar por completo… pero que acabarán suavizándose porque la presencia de la muerte, al fin y al cabo, lima las asperezas y construye otras relaciones. 

Partiendo de arquetipos que las actrices (y el guión) logran sacar del territorio del cliché, Katie es la hija más dura y la más estricta, y por ello la más responsable, la que se ocupará de trámites difíciles y de cocinar y de tener café recién hecho; Katie, la que trata de mediar y a la que consideran frágil, sensible y excéntrica, dispuesta siempre a mediar entre sus hermanas; Christina representa a la rebelde que, al contrario que las otras, no se ha casado ni tiene hijos y fuma hierba a menudo, pero nunca ha abandonado al padre. Esos roles irán cambiando, nos irán descubriendo que cada personaje tiene más capas, que cada una de estas mujeres puede responder de manera inesperada o revelar secretos que las demás no conocían. 

Pérdida, duelo prematuro y lazos de hermandad

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Quizá el mayor logro de Las tres hijas, aparte de las estremecedoras interpretaciones de las tres actrices y sus duelos memorables, es cómo el director refleja la presencia de la muerte (que no ha llegado pero está próxima, lo saben todos): mediante esa ausencia de la persona. Por eso no vemos al padre hasta el final. Pero también porque, al no mostrarlo, evita correr el riesgo de caer en el sentimentalismo.

El filme huye de la sensiblería, lo que no excluye que, como decíamos al principio, resulte conmovedora. Porque al fin y al cabo se trata de tres hijas enfrentándose a la proximidad de la muerte de un ser querido, de un familiar al que aman. De tres hermanas que harán lo que puedan para llevarse bien y el asunto no se les vaya de las manos. 

Azazel Jacobs consigue ofrecernos una película fina, que a ratos nos causa ese malestar relacionado con “la habitación de un enfermo” a la que uno no quiere entrar pero a la que sabe que tarde o temprano deberá entrar. Una película sobre la necesidad de comunicación entre hermanos. Y también sobre la culpa y el remordimiento, que van saliendo a flote en la piel de cada personaje.

Culpas por los errores: pude haber hecho más, pude haberme dado cuenta de tus necesidades, pude haberme comunicado mejor. La revelación de la inminente muerte de su padre deja a los personajes sumidos en ese caos emocional en el que a menudo uno se crispa o se desmorona o, en cualquier caso, no actúa como debería. Pierde los papeles. Todo esto lo traza Jacobs mediante un guión firme y, lo repetiremos, la dirección sólida de tres actrices estupendas. 

Cualquiera que haya atravesado un momento similar, de espera agotadora y duelo prematuro, se sentirá identificado con algunos momentos, incluso con algunas frases de diálogo. Quien tenga la suerte de no haber pasado ese trago… sabrá con la película lo que le aguarda. Refleja bien cómo nos enfrentamos a la pérdida.  

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