Con frecuencia nos encontramos con retos que nos hacen preguntarnos cómo podemos ayudar a nuestros hijos de manera efectiva. La respuesta está en comprenderlos a fondo, y eso se logra a través de la escucha y la confianza.
Saber escuchar es la clave para entender a nuestros hijos. No se trata solo de oír sus palabras, sino de comprender su perspectiva, sus sentimientos y sus necesidades. Cuando escuchamos de manera activa y empática, creamos un espacio seguro y respetuoso para que nuestros hijos se expresen.
Hacerlo bien implica:
- Mantener el contacto visual y una postura abierta.
- No interrumpir ni alzar la voz.
- Hacer preguntas abiertas para fomentar la reflexión.
- Mostrar empatía y comprensión.
El siguiente paso es comprender a fondo a nuestros hijos; y esto involucra reconocer sus necesidades y sentimientos; por ello:
- Identifica sus fortalezas y debilidades
- Reconoce sus emociones y valida sus sentimientos.
- Entiende sus objetivos y aspiraciones.
- Respeta sus límites y fronteras.
Haciendo esto podremos ganar su confianza -cimiento de la relación con ellos- al crear un ambiente seguro, cordial y respetuoso, en el que se sientan valorados y estén dispuestos a abrirse.
Po ello, evita los sermones y la crítica, ya que pueden crear resistencia y rebeldía. Mejor, opta por dialogar y comprenderlos a fondo, para fomentar su autonomía y responsabilidad.
El Arte de fomentar la conciencia y la autocorrección
La educación es un proceso complejo que requiere una aproximación cuidadosa y respetuosa. A menudo, caemos en la trampa de sermonear a nuestros hijos, pensando que así les enseñamos valiosas lecciones. Sin embargo, este enfoque puede tener consecuencias negativas.
San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, señaló que "la educación no consiste en llenar recipientes vacíos, sino en encender luces" (Camino, n. 277). Esto significa que la educación debe enfocarse en fomentar la consciencia y la capacidad de autocorregir en nuestros hijos, en lugar de simplemente impartir conocimientos o correcciones.
La actitud correctiva vs. la actitud educativa
La actitud correctiva se centra en señalar errores y defectos, mientras que la actitud educativa se enfoca en fomentar el crecimiento y el desarrollo. La primera puede generar sentimientos de culpa y vergüenza, mientras que la segunda promueve la autoconciencia y la responsabilidad.
Como dice el Papa Francisco: "La educación no es solo transmitir conocimientos, sino formar personas capaces de amar y ser amadas" (Discurso en la Universidad de Nápoles, 2015). Esto requiere una actitud de aceptación y respeto hacia nuestros hijos, reconociendo sus fortalezas y debilidades.
Fomentar la conciencia y autocorrección
Para fomentar la conciencia y autocorrección en nuestros hijos podemos establecer expectativas claras y razonables. A su vez, proporcionar retroalimentación constructiva. Demostrando amor y aceptación.
Educar sin regañar es un desafío que requiere paciencia, empatía y comprensión. Al fomentar la conciencia y autocorrección en nuestros hijos podemos ayudarlos a crecer en una atmósfera de amor y respeto. Hay que tener muy presente que la educación es un proceso de acompañamiento, no de corrección. Como dice san Juan Pablo II: "La educación es un arte que requiere amor, paciencia.
Comprender a fondo a nuestros hijos implica un proceso que requiere tiempo, esfuerzo y dedicación, donde nuestros hijos se sientan valorados y respetados.