Una pérdida humana, el despido del trabajo, un accidente, cualquier desgracia que cause dolor resulta ser una enorme prueba para el cristiano, que puede llegar a dudar sobre el sentido de lo que está viviendo, aunque muy dentro de sí, sepa que para Dios, sí hay un sentido.
Experimentarlo se convierte en un grito, en ocasiones desesperado, porque siente que con sus pobres fuerzas no podrá enfrentarlo. Sin embargo, el Señor, que todo lo sabe, permite que estos acontecimientos sacudan al creyente para sacar enorme provecho para él.
Una anécdota edificante
Las pruebas que Dios permite que pasemos siempre tendrán una finalidad. Una de tantas historias que se recopilaron sobre el Padre Pío, describe el terrible dolor de unos esposos y lo que el Santo pensaba de ello:
"Enzo Bersani presentó al Padre Pío a dos cónyuges que acababan de perder a un hijo pequeño. Se quejaron del 'tremendo castigo que recibieron de Dios'. El Padre Pío los consoló asegurándoles que su hijo estaba en el cielo. Acompañando al Padre Pío a su celda, Enzo Bersani subrayó la gran prueba a la que fueron sometidos esos dos. Padre Pío (dijo): 'No sabes lo que les perdonó el Señor'".
Lo incomprensible del amor de Dios
El cristiano debe tener la certeza de que lo que Dios permite que sufra, siempre será para su salvación y le dará la fuerza necesaria para soportar sus padecimientos. Los santos nos han dado prueba de ello.
Dice el apóstol san Pablo en la carta a los Romanos:
"¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! [...] Porque todo viene de él, ha sido por él, y es para él".
Por eso, confiemos en el Señor y acojámonos a su misericordia, para que todo lo que Él tiene planeado para nuestra salvación sea recibido con paciencia y aceptación por nosotros y nuestros seres queridos, pues sea lo que sea, siempre estará respaldado por el amor de Dios.