La mujer, después de media hora de silencio en el coche, molesta por tener que reiniciar la conversación para fomentar el habla con su esposo:
¿No estás hablando?
El hombre, un poco sorprendido: No.
La mujer: ¿Por qué?
El hombre, sincero: No tengo nada que decir.
El silencio en la pareja
¿Te identificaste? ¡Es normal! No somos iguales a la hora de hablar, algunos lo hacen a la ligera y con facilidad, mientras que otros prefieren el silencio. Una diferencia que puede ser fuente de malentendidos, frustración o incomprensión en la pareja.
Una relación con la palabra que, sin embargo, es bueno cuestionar en la medida en que la palabra es esencial para la pareja. Además, hay silencios buenos y malos. Si los buenos silencios son señal de que la pareja va bien, el mutismo, por el contrario, que se define por la incapacidad o negativa a hablar, es un peligro para la pareja.
¿Pero tenemos que hablar todo el tiempo? Si no hablamos, ¿eso significa que la pareja está en problemas? ¿Por qué el otro no habla, o habla tan poco?
El silencio habitado
La ausencia de palabra no siempre es un peligro para la pareja. Al contrario, es bueno que la vida matrimonial esté marcada por momentos de silencio. Esto nos deja a ambos el espacio interior necesario para el descanso, la reflexión y la meditación. Es un silencio amoroso, respetuoso, que no tiene nada de pesado. Lo asumen íntegramente los cónyuges.
En este sentido, compartir largos momentos de silencio no significa que un hombre y una mujer no se amen. Estos silencios habitados son incluso un signo de la profundidad del amor: "La capacidad de vivir juntos momentos felices de silencio es un excelente signo de longevidad para la pareja", dice el padre Patrick Langue, sacerdote jesuita de la diócesis de Versalles.
El silencio de san José
Si hay un hombre de silencio por excelencia es san José. Los evangelios no registran ninguna de sus palabras. "Esto no quiere decir que fuera taciturno, no, hay una razón más profunda: con su silencio, José confirma lo que escribió san Agustín: 'A medida que crece en nosotros el Verbo -el Verbo hecho hombre-, las palabras van menguando'", dice El Papa Francisco en su catequesis dedicada a san José:
A medida que José acoge a Jesús en su corazón y profundiza su vida interior, sus palabras se vuelven más raras. Deja espacio para alguien más grande que él. "El silencio de José no es mutismo, es un silencio lleno de escucha, un silencio activo, un silencio que revela su gran interioridad", subraya el Papa.
Aceptar los silencios de los demás, aunque nos muramos por contar el chiste del pequeño o el último chisme de la esquina, es, por tanto, respetar nuestra vida interior, como María y José, ¡acompáñalo en su camino hacia la santidad!
El silencio curativo
Hay otro tipo de silencio, este tiempo necesario para digerir una incomodidad, una decepción, una frustración... Generalmente no dura mucho, una o dos horas, hasta que la tormenta de emociones se calma.
Silencio vengativo
En cambio, si después de una ofensa, una decepción o una insatisfacción, el cónyuge ofendido se encierra en el silencio, durante un período de tiempo bastante largo, se trata de un silencio malo y peligroso para la pareja. Es un silencio reprobador, acusatorio, que genera una atmósfera pesada y que hiere a los demás.
El silencio de la mente científica
También hay cónyuges que no son muy conversadores por la sencilla razón de que esto está ligado a su carácter. Se encuentran a menudo entre temperamentos científicos (aunque no todos los científicos guardan silencio y allí también se pueden encontrar otros perfiles!) en los que se observa silencio por múltiples motivos.
Adquirir la convicción de que el habla es vital
Esta ausencia o falta de expresión a veces resulta difícil para el cónyuge más hablador. Más aún cuando hay decisiones que tomar en pareja. Esto requiere discusiones reales en las que ambas partes aporten argumentos, se escuchen, enumeren las ventajas y desventajas de una situación...