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Cómo Dios puede calmar nuestra sed y saciar nuestra hambre

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Philip Kosloski - publicado el 10/09/24
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Jesús es el pan de vida y la fuente de agua eterna. Nuestra sed y nuestra hambre espirituales solo pueden saciarse en Dios

Muchos de nosotros podemos identificarnos con la sensación de hambre o sed. Puede ser difícil de soportar y por eso muchos de nosotros somos constantes comedores de bocadillos, siempre comiendo o bebiendo para no tener nunca sensación de sed o hambre. Esta sed y esta hambre nuestras nunca quedarán verdaderamente satisfechas en esta vida, y deben recordarnos que, en la vida espiritual, solo Dios puede satisfacer nuestros anhelos más profundos.

Fuente de alimento y agua

San Columbano reflexiona sobre este concepto en una instrucción que figura en el Oficio de Lectura:

"Mis queridos hermanos, escuchen mis palabras. Van a oír algo que debe decirse. Sacian la sed de su alma con sorbos de la fuente divina. Ahora quiero hablar de esto. Reanímate, pero no apagues tu sed. Bebe, te digo, pero no apagues del todo tu sed, porque la fuente de la vida, la fuente del amor nos llama a él y nos dice: El que tenga sed, que venga a mí y beba".

Continúa su reflexión señalando a Jesús como fuente de agua viva:

Entiendan bien lo que beben. Nos lo diría Jeremías; nos lo diría la misma fuente de la vida: Porque me abandonaron a mí, fuente de agua viva, dice el Señor. El Señor mismo, nuestro Dios Jesucristo, es la fuente de la vida, y por eso nos invita a él como a una fuente, para que bebamos. Quien lo ama, lo bebe; bebe quien está lleno de la Palabra de Dios, bebe quien lo ama plenamente y lo desea de verdad. Bebe quien arde en el amor de la sabiduría.

Lo interesante es cómo Dios se reveló a la vez como fuente y pan de vida eterna:

"Considera la fuente de la fuente; el pan desciende hasta nosotros del mismo lugar, puesto que el mismo es el pan y la fuente, el Hijo unigénito, nuestro Dios, Cristo el Señor, de quien siempre debemos tener hambre. Incluso podemos comerlo por amor a él, y devorarlo por deseo, anhelándolo ansiosamente. Bebamos de él, como de una fuente, con abundancia de amor. Que lo bebamos con la plenitud del deseo, y que nos deleitemos en su dulzura y sabor".

Cuando sintamos dentro de nosotros hambre o sed espiritual, debemos acudir siempre a Cristo:

"Si tienes sed, bebe de la fuente de la vida; si tienes hambre, come del pan de la vida. Bienaventurados los que tienen hambre de este pan y sed de esta fuente, porque así desearán siempre más comer y beber. Porque lo que comen y beben es sumamente dulce y su sed y apetito de más nunca se sacian. Aunque siempre lo prueban, siempre lo desean más. Por eso el rey profeta dice: Gustad y ved cuán dulce, cuán agradable es el Señor".

Que tomemos a pecho estas palabras y reconozcamos, en nuestra propia hambre física, un hambre espiritual más profunda que solo Dios puede satisfacer.

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