Los vínculos afectivos son muy importantes en la vida de la gente. Sinceramente, nadie puede vivir alejado de la sociedad, pues incluso los ermitaños tienen contacto de cuando en cuando con otros seres humanos, es parte de nuestra naturaleza. Y la amistad es un vínculo vital.
Es por eso que Dios nos hizo aptos para vivir en sociedad y nos deja aprender a convivir, porque también es cierto que en ocasiones resulta complicado entendernos con todas las personas.
El amigo es un tesoro
Conforme pasan los años conocemos a muchas personas con las cuales estrechamos lazos, a veces perdurables, a veces pasajeros, sin embargo son pocos los que nos acompañan en todo nuestro caminar por la vida.
Por eso, la sagrada Escritura recoge varios pasajes que enaltecen la amistad:
“Un amigo fiel es un refugio seguro; el que lo halla ha encontrado un tesoro. ¿Qué no daría uno por un amigo fiel? ¡No tiene precio! Un amigo fiel es como un remedio que te salva; los que temen al Señor lo hallarán. El que teme al Señor encontrará al amigo verdadero, pues así como es él, así será su amigo”. (Eclo. 6, 14-17),
Somos amigos de Jesús
El Señor Jesús también disfrutó de la amistad, tanto de sus discípulos como de algunas familias elegidas, como la de Lázaro, Martha y María.
Y gustaba de participar en convivencias donde podía compartir la mesa y la alegría con sus amigos. Y lo mejor de todo, a nosotros también nos considera sus amigos:
"No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre" (Jn 15, 13-15).
Ser leales en la amistad
Por eso hay que cuidar a los amigos y ser leales, como lo sentencia el libro del Eclesiástico:
"...quien insulta a un amigo romperá la amistad. Si has desenvainado la espada contra tu amigo, no te desesperes: puedes volver. Si has hablado duramente, no temas: es posible la reconciliación. Pero si se trata de ultrajes, de desprecios, de un secreto traicionado o de un golpe traicionero, cualquier amigo se irá" (Eclo 20, 20-22).
Que nuestra vida se vea enriquecida con el don de la amistad, porque también los amigos pueden ayudarnos a alcanzar el cielo.