Lo que dejó escrito san Ignacio de Loyola no es demasiado amplio en extensión (salvo su epistolario, que ocupa un total de doce volúmenes), pero el contenido es de gran profundidad. Su sentido práctico lo hace especialmente apto para ser comentado y aplicado a nuestras circunstancias.
Dentro de la Iglesia Católica y fuera de ella se reconoce que el santo de Loyola aportó con su experiencia y su pedagogía de la fe una espiritualidad de amplias resonancias evangélicas, diseñada en particular para tiempos difíciles y para ser vivida en medio de un mundo en convulsión.
Los consejos o decisiones de Ignacio del ámbito interno de la Compañía de Jesús sirven para evangelizar desde cualquier contexto.
El jesuita Antonio Navas, historiador y profesor de Teología de la Universidad de Granada reúne algunos de estos consejos y recomendaciones, directamente de textos de san Ignacio:
1 | Dios tiene la iniciativa: las fuerzas vienen de Él
"No teman la empresa grande, mirando sus fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra nos llama, y nos ha de dar lo que para su servicio nos es necesario".
2 | Para evangelizar, lo primero es estar unidos con Dios
"Las personas se den a las virtudes sólidas y perfectas y a las cosas espirituales, y se haga de ellas más caudal que de las letras y otros dones naturales y humanos. Porque aquellos interiores son los que han de dar eficacia a estos exteriores para el fin que se pretende".
"Perfeccionarse y crecer cada día en virtud con el favor del Señor. Porque de esta manera viene el hombre a ser digno instrumento de Dios para engendrar en los otros la perfección, y encender a los demás con el fuego de caridad que arde en su pecho".
3 | Más que un celo exagerado por su gloria, importa tener una disposición moderada, abierta a discernir lo que Él quiere
"La moderación de los trabajos espirituales y corporales y moderación en las Constituciones, que no declinen a extremo de rigor o soltura demasiada (y así se pueden mejor guardar), ayudará para el durar y mantenerse en su ser".
"No solamente vienen las enfermedades espirituales de causas frías, como es la tibieza, pero aun de calientes, como es el demasiado fervor".
4 | Coherencia del evangelizador con lo que transmite
"Ser el buen ejemplo de toda honestidad y virtud cristiana, procurando no menos sino más edificar con las buenas obras que con las palabras".
"Debe también ser libre de todas pasiones, teniéndolas domadas y mortificadas, porque interiormente no le perturben el juicio de la razón, y exteriormente sea tan compuesto y en el hablar especialmente tan concertado, que ninguno pueda notar en él cosa o palabra que no le
edifique".
5 | Huir de la soberbia y de la vanagloria
"Nos debemos guardar de dos cosas muy peligrosas: la primera, de la soberbia y vana presunción de nosotros mismos; y la otra (que muchas veces se sigue de esta), de la pusilanimidad y desconfianza en los trabajos y dificultades que se ofrecen cuando no suceden las cosas como deseamos y pensamos".
"Procuremos arrancar cualquier apetito de ambición, y pretender para nosotros honras y dignidades, amistades o favores de príncipes, alabanzas de hombres y aplauso popular; de manera que no hagamos cosa alguna por ser loados, ni la dejemos de hacer (si es buena) por
temor de ser vituperados".
6 | Adaptarse a cada persona
"Nuestro Padre, en cosas que parecen las mismas, usa de medios opuestos: a uno con grande rigor y otro con grande blandura; y después de hecho, siempre se ve que aquél era el remedio, aunque antes no se entendía. Mas siempre es más inclinado al amor, incluso tanto, que todo parece amor".
"A todos los trataba con tanto tacto que incluso los flacos no se resintieran en absoluto por sus palabras o modo de conversar. Recibe a los débiles con actitud benigna, pero a los recios les da pan duro y comida propia de varones".
7 | Ante todo, humildad:
"Aunque la autoridad es necesaria para ayudar y aprovechar a los prójimos, esta autoridad no se gana con ninguna cosa que sepa o huela a mundo, sino con el menosprecio de él, y con la verdadera humildad, y con mostrar con obras más que con palabras que el hombre es discípulo e imitador de Cristo humilde, y que no pretende ni busca sino su gloria, y la salvación de las almas que Él buscó".
"… sea persona cuyo ejemplo en todas virtudes ayude a los demás, y en especial debe resplandecer en él la caridad para con todos próximos y la humildad verdadera, que de Dios nuestro Señor y de los hombres le hagan muy amable".
Los grandes maestros lo han sido trabajando como aprendices de la mano de quienes llegaron a la maestría antes que ellos.
Este contacto directo con un maestro de la evangelización, como lo fue Ignacio de Loyola, puede obrar pedagógicamente en el lector ayudándolo a ponerse a las órdenes del Espíritu Santo, que es el que verdaderamente transforma los corazones.
Más consejos y recomendaciones del santo, en el libro Evangelizar de la mano de Ignacio de Loyola, publicado estos días por la Fundación Maior.