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Irak, la loca apuesta de Francisco

IRAQ
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Hugues Lefèvre - publicado el 31/08/24
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En marzo de 2021, en plena pandemia del Covid-19 y a pesar de una precaria situación de seguridad, el Papa Francisco cumplió el sueño de Juan Pablo II: pisar el suelo de Irak, la tierra de Abraham. Una mirada retrospectiva a uno de los viajes más atrevidos del pontificado

En las ruinas de la antigua capital de Daech, en Irak, el domingo 7 de marzo de 2021, un hombre vestido de blanco medita en silencio. Siete años antes, en esta misma ciudad de Mosul, Abu Bakr al-Baghdadi había proclamado el regreso del Califato, desatando una furiosa nueva era de odio y violencia que se extendía mucho más allá de Oriente Próximo.

En medio de la plaza en ruinas donde se ha congregado la multitud, se alza una cruz hecha con la madera de una iglesia destruida. A su lado, el Papa Francisco. A sus 84 años, el pontífice argentino no ha rehuido enviar señales de seguridad equivocadas. Un mes antes, Bagdad había sido golpeada por un terrorista suicida. Y tres semanas antes, habían caído cohetes en la región de Erbil, al este de Mosul.

Pero el jefe de la Iglesia católica no tenía intención de revivir la decepción de su predecesor, Juan Pablo II, que tuvo que abandonar a regañadientes su viaje a Irak, un viaje histórico que debería haber inaugurado el Gran Jubileo del año 2000 en la tierra de Abraham, el padre de los creyentes.

Por esta tierra devastada desde la invasión americana de 2003, por el pueblo iraquí traumatizado y por el millón de cristianos exiliados, el Papa estaba decidido a realizar su viaje de compasión, costara lo que costara.

"Qué cruel es que este país, cuna de la civilización, haya sido golpeado por una tormenta tan inhumana, con antiguos lugares de culto destruidos y miles y miles de personas -musulmanes, cristianos, los yezidíes- cruelmente aniquiladas por el terrorismo", dijo indignado el Papa aquella mañana en Mosul.

«Hoy, a pesar de todo, reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio […] No puede ser sofocada por el derramamiento de sangre de quienes pervierten el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción", añadió el Papa que, cinco meses antes, había firmado su encíclica Fratelli tutti (Todos hermanos) sobre la tumba de Francisco de Asís.

Después de Mosul, el Papa sobrevoló en helicóptero la llanura de Nínive, la fértil tierra que vio huir a más de 100 mil cristianos con la repentina invasión de Daech en el verano de 2014. En Qaraqosh, ciudad mártir donde la catedral sirio-católica fue utilizada como galería de tiro por los islamistas, el Papa fue recibido como un mesías.

"Esperaba este momento con impaciencia", dice el pontífice, que había seguido de cerca el calvario de los habitantes obligados a abandonar sus casas bajo el calor del verano. A estos hombres y mujeres que han vivido el éxodo, el Papa les propone "restaurar no solo los edificios, sino ante todo los lazos que unen a las comunidades". Y animarles a perdonar. Más tarde, en el estadio de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, el Papa les advirtió contra la "tentación de buscar venganza".

Un encuentro histórico con el Gran Ayatolá

Consuelo para los cristianos, el viaje del Papa también se considera un gesto de amistad hacia los musulmanes chiíes. Tras su viaje a Emiratos Árabes Unidos en 2019 para firmar una declaración sobre la fraternidad humana con el gran imán de Al-Azhar, el suní Ahmed el-Tayeb, el Papa Francisco visita al gran ayatolá al-Sistani, de 90 años, en su modesta casa de Nayaf, la ciudad santa del islam chií que alberga el mausoleo del imán Alí.

"Este encuentro me ha hecho bien al alma", dijo sobriamente el pontífice en el vuelo de regreso de su viaje, mientras la foto del ayatolá de negro y el Papa de blanco ya ha dado la vuelta al mundo.

Pocos minutos después del encuentro, el Papa Francisco se encontraba en el corazón de la llanura de Ur para asistir a una ceremonia interreligiosa. Allí, en medio del desierto, la cuna de Abraham, cumplió el sueño de Juan Pablo II, y gritó:

"Desde este lugar, fuente de nuestra fe, desde la tierra de nuestro padre Abraham, afirmamos que Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano. La hostilidad, el extremismo y la violencia no nacen de un alma religiosa: son traiciones a la religión. Y los creyentes no podemos permanecer callados cuando el terrorismo abusa de la religión".

Viajes extraordinarios de los papas:

Puedes consultar las entregas anteriores de la serie Viajes extraordinarios de los papas, preparada por Aleteia con motivo del próximo viaje del Papa Francisco, el más largo de su pontificado:

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