El 12 de septiembre de 2008, los periodistas franceses se sorprendieron de ver a tantos jóvenes alrededor de Benedicto XVI, un Papa con fama de tímido -él mismo se describió como un "ratón de biblioteca"- y bastante reticente a las aglomeraciones y los desplazamientos:
"Este primer día es un éxito mediático para el Papa y, sorprendentemente, un éxito popular en las avenidas de la capital. Hacia las 18:30 horas, mientras subía la colina en dirección a Notre Dame de París, la muchedumbre empezaba a congregarse", comentaba el informativo de las 20:00 de France 2.
Unas horas antes, tras su acogida oficial en el Elíseo, Benedicto XVI pronunció la conferencia inaugural en el Colegio de los Bernardinos. Venía a inaugurar el programa cultural de este antiguo convento, que había sido durante mucho tiempo un parque de bomberos antes de ser restaurado por la diócesis de París para convertirse en un lugar de educación e intercambio cultural, por iniciativa del cardenal Jean-Marie Lustiger, fallecido un año antes.
El Papa alemán, hablando en un francés perfecto y delicado que sorprende y cautiva a millones de telespectadores, ofrece un viaje en el tiempo a la aventura del monacato occidental como elemento fundador de la cultura europea. "Aquí han vivido jóvenes monjes para conocer a fondo su vocación y vivir su misión. ¿Evoca todavía este lugar algo para nosotros, o solo nos encontramos con un mundo que ya ha pasado?", se pregunta Benedicto XVI, en una reflexión a la vez académica y sencilla.
El Papa se refiere a "la gran fractura cultural, causada por las migraciones de los pueblos y la formación de nuevos órdenes estatales", y explica que "los monasterios fueron lugares donde sobrevivieron los tesoros de la cultura antigua y donde, a partir de ellos, se fue formando una nueva cultura".
Pero la construcción de esta cultura no era un fin en sí mismo. Fundamentalmente, estos monjes "buscaban a Dios. De las cosas secundarias, querían pasar a las realidades esenciales, a lo único verdaderamente importante y seguro", dice Benedicto XVI, explicando que esta búsqueda de Dios sigue siendo un desafío muy actual, incluso en las grandes ciudades anónimas y secularizadas como París, donde "para muchos, Dios se ha convertido verdaderamente en el gran Desconocido".
"A pesar de todo, así como en el pasado, detrás de las múltiples representaciones de los dioses, se escondía y estaba presente la pregunta por el Dios desconocido, así también hoy, la actual ausencia de Dios está tácitamente acechada por la pregunta que se refiere a Él", explica Benedicto XVI, sabiendo muy bien que una parte de su auditorio es atea o agnóstica.
"Lo que fundó la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad a escucharle, sigue siendo hoy el fundamento de toda verdadera cultura", añade el Papa alemán, muy interesado en promover las raíces cristianas de Europa.
Un oído comprensivo
Entre las 650 personalidades del mundo de la política y la cultura asistentes se encontraban los ex presidentes franceses Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing, así como personalidades tan diversas como Robert Badinter, Jacques Delors, Max Gallo, Michael Lonsdale, Jean Tiberi, Régis Debray y Dalil Boubakeur, entonces rector de la Gran Mezquita de París.
Todos los presentes quedaron asombrados por la talla intelectual de este Papa académico, en particular los miembros del Institut de France, que se sintieron halagados al ser llamados "colegas" por este prestigioso conferenciante, al que algunos de ellos conocían personalmente.
En 1992, el entonces cardenal Joseph Ratzinger fue elegido miembro asociado extranjero de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, en el sillón número 2, sucediendo al antiguo disidente soviético Andrei Sájarov, fallecido tres años antes, poco después de su rehabilitación por Gorbachov. De forma un tanto inusual, este sillón 2 otorgado a los asociados extranjeros de la Academia fue también el del escritor británico Rudyard Kipling (1865-1936), el célebre autor de El libro de la selva.
Al convertirse en miembro asociado del Instituto de Francia, Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, dio a la teología un lugar especial en los círculos académicos franceses. Antes de él, entre los asociados extranjeros, el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar había ocupado el sillón 4, con un sorprendente sucesor en la persona del ex presidente estadounidense Ronald Reagan. Los cardenales Henri de Lubac y Roger Etchegaray también fueron miembros de pleno derecho de la Academia.
De "Panzerkardinal" a "pensador de Dios"
Volviendo a Francia como Papa y siguiendo los pasos de su amigo y predecesor Juan Pablo II, que visitó a París en 1980 y 1997, Benedicto XVI pudo hablar de Dios en un marco laico y recibir una calurosa acogida, en la línea de las notables conferencias que había pronunciado en Francia como cardenal, especialmente en la Sorbona en vísperas del año 2000. Pudo realizar este viaje que Pablo VI no pudo hacer, a pesar de ser un Papa enamorado de Francia, país que describió como "el horno donde se cuece el pan intelectual del cristianismo".
En este viernes de septiembre de 2008, Benedicto XVI proporcionó materia prima a sus interlocutores franceses que, aun sin compartir la fe en la Eucaristía, necesitaban nutrirse de un buen alimento espiritual e intelectual, y pudieron situarse en plena comunión de pensamiento con el pontífice alemán.
El hombre que al principio de su pontificado fue presentado irónicamente como el "Panzerkardinal" o "cardenal blindado" se había convertido finalmente, incluso a los ojos de los medios de comunicación generalistas, en "el pensador de Dios".
Viajes extraordinarios de los papas:
Puedes consultar las entregas anteriores de la serie Viajes extraordinarios de los papas, preparada por Aleteia con motivo del próximo viaje del Papa Francisco, el más largo de su pontificado:
