Existen diversas formas de pecar -muchas y distintas- porque el maligno desea que el humano comparta su triste destino. El Catecismo de la Iglesia católica dice:
"La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias listas. La carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: 'Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios'" (5,19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
Por supuesto, el demonio nos presenta las tentaciones atractivas y deseables, y en este mundo donde las perversiones se han comenzado a ver normales, tenemos que estar prevenidos para no pecar de las tres "íes": ingenuidad, indiferencia e ignorancia.
1Ingenuidad
Alguien ingenuo es aquella persona a la que le falta malicia, es demasiado cándida y confiada. No podemos decir que peque, propiamente hablando, pues para cometer pecado se requiere de cierto grado de maldad porque se ofende a Dios con ese comportamiento. Sin embargo, es vulnerable y fácil de engañar, porque no desconfía de quien desea perderle.
El libro de Proverbios dice:
"El ingenuo cree cuanto le dicen; el prudente vigila sus pasos... los ingenuos solo adquieren la estupidez, los hábiles podrán estar orgullosos de su saber" (Pr 14, 15. 18).
Las personas inocentes y bien intencionadas pueden ser objeto de abuso por parte de los más maleados, por ello hay que cuidar a los niños y personas que dependen de nosotros para evitarles un mal rato. Y quienes ya tienen edad suficiente, pero caen una y otra vez, deben aprender a defenderse para que nadie se aproveche ellos.
2Indiferencia
Un caso distinto es el indiferente. Aquél que, conociendo el mal, lo comete, a pesar de las advertencias. No puede tener disculpa. La indiferencia puede presentarse de muchos modos, pero siempre es hacia el amor de Dios y el prójimo. Quien no se conmueve con el sufrimiento ajeno o no le importa su destino final, no sabe lo que le espera. El Evangelio es claro:
"'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?' Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
3Ignorancia
Hay un principio en derecho que reza Ignorantia iuris non excusat: la ignorancia del derecho no excusa. En el caso del pecado, lo atenúa y, según las circunstancias, puede excusarlo, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica:
"La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre".
En la actualidad, pareciera que con la tecnología nadie debería ignorar lo bueno y lo malo, pero la realidad es que vivimos una época de confusión, por lo que es urgente que la ignorancia se combata y el católico se instruya para que pueda guiar sus pasos por el camino correcto, haciendo la voluntad del Señor.
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